miércoles, 2 de diciembre de 2009

Gritos y lamentos

Gritos y lamentos
Luis Linares Zapata
El señor Calderón volvió, en unos cuantos meses, a entonar otro de sus llamados a la acción conjunta de voluntades, un grito desesperado que muy pocos oirán. Atascado a mitad de su periodo y con ralas cuentas que entregar a la nación, ensaya de nueva cuenta un salto de positivismo discursivo que, según él, le permitirá cambiar el futuro. Pretende, con ello, resarcir lo perdido durante el periodo inicial de su administración, sin sopesar, con realismo, sus efectivas posibilidades para iniciar, conducir y finiquitar las reformas que apenas esboza. De esta ruidosa manera, por demás desfasada del entorno de dificultades que prevalece, y de sus mismas capacidades personales, el señor Calderón remodela Palacio Nacional sin prever que este escenario acentuará sus limitaciones.

La coalición conservadora que domina la toma de decisiones del país dejará, a continuación, firme testimonio de sus escasos deseos para introducir los cambios que el sistema, al final de cuentas, requiere con urgencia. Ni las mismas reformas de segundo o tercer nivel que tanto pregonan son ya acariciadas por sus guías. Ellos saben, a ciencia cierta, que todas ellas se mueven dentro de un entramado jurídico e institucional hecho y deformado para permitir y acrecentar su dominación. Saben, también, que parte sustantiva de ese tinglado que les ha permitido subyugar partidos políticos, grupos civiles y múltiples organizaciones, se apoya y parapeta en el modelo económico que tanto les ha servido a los grupos de presión para su expansiva consolidación. Tratarán, si mucho, de eliminar los picos más rasposos que afectan a los negocios para dar continuación a los asuntos tal como se han llevado hasta estos movidos días. La creciente pobreza no les perturba el sueño. Los barruntos de violencia los sienten lejanos, si no es que falsos y alarmistas. El estancamiento económico sólo inquieta si reduce sus abundantes utilidades. El achicamiento del mercado interno lo salvan con aumentos de precios y acuerdos cupulares para repartir mercados y adicionales concesiones. El gran empresariado, y sus subrogados partidarios, darán una y otra vuelta a la noria de las presiones para rencauzar los privilegios que ya distinguen y avergüenzan a México. Pero no habrá cambio alguno al respecto.

El señor Calderón verá, con la placidez que da la comodidad de Los Pinos, cómo se le escurrirá el tiempo entre sus pocas citas de trabajo, diarios discursos, múltiples inauguraciones y cuidadas giras. Chocará con el conjunto de imposibilidades instaladas que atan la convivencia organizada. Las malformaciones, tan notables y dañinas que atenazan el desarrollo, exigen valentías, aventuras e imaginación para desarmarlas. Y ello es algo de lo que carece el sistema decisorio y, más todavía, la endeble administración de improvisados panistas que rodean al señor Calderón. Resta, si mucho, un año o año y medio para actuar conforme a un diseño predeterminado desde los círculos cupulares. Inmediatamente después se desatará la feroz lucha sucesoria y toda la energía colectiva será consumida en tan trabado proceso.

No hará falta mucho tiempo para mostrar, a las claras, los débiles fundamentos, pocos instrumentos, carencia de acciones previas y falsas intenciones que el señor Calderón tuvo para relanzar su ilusoria propuesta de acción futura. Los días venideros irán dando la pauta y haciendo nugatorios, tal como sucedió después del 2 de septiembre pasado, los arrestos discursivos que sólo quedarán en la faramalla de una triste administración que naufraga.

La coalición gobernante, por su parte, hace gala de sus arrebatos conservadores, incluidos algunos con perfiles reaccionarios. Tal como quedan testimoniados por las contrarreformas llevadas a cabo por 17 legislaturas locales para penalizar el aborto. Muy a pesar de las recientes afirmaciones de la presidenta del PRI, donde expone sus convicciones modernizantes y liberales, su partido se ha embarcado en un proceso contrario a la ruta civilizatoria mundial. Aliados con la Iglesia católica y calculando la redituabilidad electoral, los gobernadores del PRI y sus diputados han conducido a sus congresos por senderos que chocan de frente con la laicidad del Estado, fundamento crucial de la constitucionalidad. Pretenden, por la sumatoria de lo hecho en los estados, atar los cambios a escala federal donde las creencias religiosas de unos cuantos iluminados regirán soberanas.

Las reformas entrevistas por el señor Calderón son simples adecuaciones al modelo de gobierno vigente. De llevarse a término, en nada revertirán las tendencias, ya bien asentadas por años de experiencias negativas, que aseguran el estancamiento económico, la decadente postración social o la injusticia distributiva. De ensayar con seriedad y con la vista puesta en el bienestar de las mayorías nacionales las reformas necesarias, habría que dirigir la mirada hacia los de abajo y considerar, con seriedad, sus preocupadas aspiraciones como medida y finalidad de tal ensayo transformador. En primer término habría que replantear al Estado y dotarlo de la soberanía e independencia que exige para su correcto funcionamiento. Liberarlo del yugo de los grupos de presión que lo utilizan para su exclusivo servicio perfeccionando, para ello, su vida democrática. El modelo económico habría que rencauzarlo hacia la producción, cimentado en sectores como el alimentario, el energético, las telecomunicaciones e infraestructura, sectores con potencial para detonar el crecimiento y el empleo. Poner el acento en la inversión propia y confinar la extranjera a la complementariedad. Revisar el TLC para ensancharlo, haciéndolo instrumento de progreso y no de dependiente subordinación. Someter a controles la especulación financiera, el contratismo entreguista y secar el tráfico de influencias. Todas estas aspiraciones, al menos por el momento, caen lejos del mundo de lo posible. Para acercarse a este horizonte hará falta la movilización masiva de la energía ciudadana que opte, sin dudar, por tal diseño de salida.
http://www.jornada.unam.mx/2009/12/02/index.php?section=opinion&article=019a2pol

martes, 1 de diciembre de 2009

Chiapas: la otra guerra de tinta e Internet

Chiapas: la otra guerra de tinta e Internet
Luis Hernández Navarro

En abril de 1995, José Ángel Gurría, entonces secretario de Relaciones Exteriores, declaró que el zapatismo era una guerra de tinta e Internet. Ahora, 14 años después, son los gobiernos federal y de Chiapas los que han lanzado una gran ofensiva de de-sinformación en contra de los rebeldes, los grupos defensores de derechos humanos y los movimientos sociales disidentes en ese estado.

La actual estrategia de comunicación gubernamental se inscribe en la arena de la guerra de redes (netwar). Según los analistas de la RAND, Arquilla y Ronfeldt, “Netwar se refiere a conflictos relacionados con la información en un nivel alto entre naciones o sociedades. Significa tratar de alterar, dañar o modificar lo que una población objetivo sabe, o piensa que sabe, acerca de ella misma y el mundo que la rodea. Una ‘guerra de redes’ puede enfocarse en la opinión pública, de las elites, o en ambas. Puede incluir medidas diplomáticas públicas, propaganda y campañas sicológicas, subversión política y cultural, engaños a, o interferencia con los medios, infiltración en redes de computadoras y bases de datos y esfuerzos para promover movimientos disidentes u opositores mediante redes de cómputo”.

Esto es precisamente lo que el Estado mexicano ha hecho durante las semanas recientes en el estado sureño. La lista de provocaciones es enorme: detención y asesinato de opositores sociales, promoción de una campaña de rumores anunciando un nuevo levantamiento armado, intento de difamar al zapatismo divulgando falsamente una solicitud de apoyo económico de las juntas de buen gobierno hacia el Congreso local, liberación de paramilitares responsables de la matanza de Acteal e incremento de la presencia militar. Todo ello montado en una campaña en medios de comunicación para ocultar los hechos, a pesar de las evidencias.

Con el gobierno de Juan Sabines los grupos de poder tradicionales se han recompuesto. Caciques, finqueros, ganaderos y la más rancia nomenclatura política priísta ocupan posiciones claves en la administración pública, en el Congreso local y en San Lázaro. Varios participan en los grandes negocios locales asociados con personajes del ámbito federal.

No importa que este gobernador haya ganado la jefatura del Ejecutivo del estado como candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Él es uno de los gobernadores más cercanos al Presidente de la República. Estamos con México y su presidente Felipe Calderón, ha dicho en más de una ocasión. En Chiapas, el hombre de Los Pinos se siente más cómodo que un muchas de las entidades gobernadas por el Partido Acción Nacional (PAN).

Juan Sabines maneja la vida interna de ese instituto político a su antojo: quita y pone dirigentes y candidatos. En ese estado, el sol azteca se ha convertido, en mucho, en el partido de los paramilitares.

La estrategia de comunicación de la administración estatal tiene dos pies: uno es el uso intensivo de televisoras y radio para promover Chiapas; el otro es una política de contrainsurgencia informativa, orquestada a partir del control de la prensa local y la divulgación en los medios nacionales de las posiciones de la administración de Sabines sobre asuntos conflictivos suscitados en la entidad.

En la versión chiapaneca contemporánea de pan y circo, cotidianamente se filman capítulos de telenovelas, músicos consagrados graban discos y artistas de éxito se placean por ruinas, monumentos históricos y bellezas naturales. Los visitantes famosos son entrevistados en los medios de comunicación locales.

Aunque formalmente la guerra de papel contra el zapatismo y contra todo aquel que no quiera subordinarse a la política de concertación estatal es conducida por el Ejecutivo local, parte de la estrategia ha sido trazada desde el gobierno federal. Diego Cadenas, director del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, asegura tener información confiable de que en las reuniones semanales del gabinete del gobierno de Juan Sabines siempre están presentes militares.

El más reciente eslabón de esta ofensiva informativa es la versión de que las juntas de buen gobierno solicitaron reconocimiento al Congreso local y al gobierno de Juan Sabines, hecho tan insólito como irreal. La mentira gubernamental tiene un objetivo central: deslegitimar la lucha zapatista, quitarle credibilidad a su propuesta. La maniobra es una grave ofensa. A pesar de la precariedad en que las comunidades en resistencia viven desde hace muchos años, han rechazado sistemáticamente cualquier tipo de ayuda gubernamental. Su dignidad no tiene precio, y así lo han mostrado al mundo.

No es la primera ocasión en la historia del conflicto en que las autoridades recurren a un montaje similar. Entre 1999 y 2000, siendo gobernador interino del estado Roberto Albores Guillén –estrecho aliado de Juan Sabines– se montó un show televisado en el que se anunció la deserción de 15 mil zapatistas que entregaron armas y pasamontañas. Los desertores eran militantes del PRI, varios de ellos paramilitares. Uno de los principales organizadores de esta ópera bufa fue Noé Castañón León, a la sazón titular del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, quien, curiosamente, es hoy secretario del gobierno chiapaneco.

La guerra de tinta e Internet contrainsurgente ha creado una situación política muy delicada en Chiapas. A ver si los gobiernos siguen jugando con fuego


http://www.jornada.unam.mx/2009/12/01/index.php?section=opinion&article=017a2pol
fuente

lunes, 16 de noviembre de 2009

Lucha de clases

Lucha de clases
Carlos Fazio

El golpe de mano del régimen espurio de Felipe Calderón contra el organismo público Luz y Fuerza del Centro (LFC) y el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) responde a un vasto proyecto de ingeniería social. En la coyuntura los que mandan se sienten fuertes y creen poder llevar a cabo una estrategia de rollback: dominio y vuelta atrás. Por eso, las grandes empresas y sus aliados políticos están agitando la lucha de clases de manera implacable contra los trabajadores. Buscan reducir todo lo referente al contrato social que los trabajadores y los pobres habían conseguido tras un siglo de lucha. Quieren regresar a los obreros a los días de las fábricas satánicas del siglo XIX, cuando los salarios eran casi de esclavos. Creen tener armas suficientes para eliminar los contratos colectivos de los trabajadores y destruir los derechos humanos, políticos y sociales de la población en general. Apuestan a destruirlo todo y aumentar el poder privado.

Los grupos monopólicos, oligopólicos y multinacionales mexicanos quieren un Estado de bienestar poderoso, que les proporcione recursos, subvención y protección. Un Estado niñera dirigido a los ricos exclusivamente. La filosofía de los poderosos es robar lo más posible y olvidarse del día de mañana. Hoy, como siempre, el capitalismo depredador y parásito necesita privatizar el beneficio y socializar los costes y el riesgo. Que las facturas las paguen los de abajo. Además, como en los tiempos de Ricardo y Malthus, las opciones para el trabajador y el pueblo pobre son cárcel o hambre, o lo que puedan ganar en un mercado laboral sin derechos, desregulado, flexibilizado.

La crisis profunda del actual sistema de dominación es el espacio para la recuperación del modelo de acumulación capitalista. Para reactivar el capital, los barones del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios y sus porros en el gabinete calderonista necesitan una gran derrota obrera. Por eso la asonada policial-militar y multimediática contra el SME y la ruptura del contrato social emanado de la Constitución de 1917. Pero al quebrar el orden previsto en la Carta Magna, Calderón también rompió el pacto nacional. La actual ofensiva clasista es un salto cualitativo en la ruptura de los pactos social y nacional posrevolucionarios.

La clase dominante está profundamente imbricada con el Estado. En épocas de crisis del sistema político, cuando los mecanismos de gobernabilidad tienden a agotarse, suele producirse una regresión neoligárquica. La dominación oligárquica elimina las mediaciones conciliatorias y es ejercida directamente por los grupos propietarios, aunque se haga por medio del Estado (ley Televisa). Esa estrategia de administración de la descomposición política es sustentada por una alianza de poder, que aunque mantenga violentas disputas internas y genere inestabilidad política y vacíos de poder (verbigracia, en la coyuntura, la disputa interoligárquica por la fibra óptica y el triple play, y las escaramuzas mediáticas entre Calderón y el Consejo Coordinador Empresarial por el paquete fiscal), mantiene una coherencia de intereses dominantes. Pese a las diferencias interoligárquicas, los desplazamientos de los grupos de poder y los cambios en la correlación de fuerzas, existe una real estabilidad en la inestabilidad; la estructura de poder de clases no se modifica de manera sustancial.

A pesar de estar imbuida de la lógica vertical y autoritaria propia de las corporaciones, la elite gobernante suele hacer la defensa retórica y demagógica de la democracia. Igual ocurre con el estado de derecho, la ciudadanía y los pobres versus la antipatria y la subversión, encarnada hoy, en el discurso oficial, por los delincuentes holgazanes del SME. No puede haber una democracia construida sobre la mentira. Tampoco se puede gobernar sólo con propaganda. El estado de derecho en México es una ficción. La colusión delincuencial entre empresarios y gobierno se ha profundizado. Las bandas cleptocráticas operan desde el poder.

La clase dominante necesita encubrir su poder bajo el concepto democracia, aunque ésta sea hueca, formal, de baja intensidad. Para eso tiene bajo control a la industria ideológica de la propaganda. Todo un sistema doctrinal que incluye a los medios de difusión masiva, la industria del espectáculo, el sistema educativo, el político, sus papagayos orgánicos y todo lo que se ha dado en llamar la industria de relaciones públicas. El papel de los medios electrónicos es clave para manipular, engañar a la población y generar una falsa conciencia. El sistema de propaganda del régimen y sus patrocinadores no quiere que la gente piense; debe mantener a las masas estúpidas e ignorantes. Usan el concepto democracia como una forma de control de población. No en balde el golpe gubernamental contra LFC y el SME fue precedido de una intensa campaña de guerra sucia y linchamiento mediático contra la dirigencia del sindicato de electricistas, que adquirió rasgos de una intoxicación informativa.

Es falso que el gobierno de facto actúe en función de los intereses de la población. Calderón administra los intereses de una tiranía privada. Usa al pueblo, sirve al capital. Él y sus amos odian lo colectivo, lo social organizado, la democracia popular. Pero eso no se le puede decir a la gente. El candidato del empleo no podía prometer en campaña, vótenme, voy a despedir a los 44 mil trabajadores del SME, perder un millón de empleos en un año y dejar en la informalidad a 28 por ciento de la fuerza laboral.

Este México no da más. El país requiere un nuevo pacto social, que sólo podrá ser arrancado mediante la lucha y organización populares. Ante el desafío de los de abajo, Calderón apuesta a un Estado de nuevo tipo autoritario y militarizado. Así están las cosas.

fuente: La jornda-16-noviembre-2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

Plantarán maíz transgénico en 12.6 hectáreas de cuatro estados del norte

Plantarán maíz transgénico en 12.6 hectáreas de cuatro estados del norte
Matilde Pérez U.
Periódico La Jornada
Lunes 2 de noviembre de 2009, p. 31

Terminaron los 11 años de moratoria para la siembra de maíz genéticamente modificado. En lo que resta de éste y el siguiente año, 12.6 hectáreas en Sonora, Sinaloa, Tamaulipas y Chihuahua serán plantadas con variedades resistentes a plagas del follaje y herbicidas.

Se espera que en los siguientes días las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación y de Medio Ambiente y Recursos Naturales informen de los nueve de 35 permisos que en total solicitaron Monsanto, PHI AgroSciences y Dupont Pioneer. Dos de las nueve solicitudes, ubicadas en Valle Hermoso y Río Bravo, Tamaulipas, están en proceso de expedición; las restantes no han sido dictaminadas.

De esas siete que siguen en evaluación, tres están en Namiquipa, Chihuahua, tres en la región de La Laguna, y una en la estación experimental Puerto Vallarta, Jalisco; la mayoría corresponden a Monsanto. Hasta ahora, el gobierno ha otorgado 22 licencias y rechazó cuatro.

En Sonora se hará el primer experimento y el resto se efectuará el próximo año; se estima que las primeras cosechas se tengan en septiembre. La etapa experimental servirá para recabar datos y la información para disipar dudas, demostrar los beneficios y la adaptabilidad de la tecnología al campo, además de generar las bases científicas para la toma de decisiones futuras, aseveró el presidente de Frabrice Salamanca, AgroBio, asociación que integra trasnacionales de la biotecnología.

Para las organizaciones que participan en la campaña Sin maíz no hay país, esas autorizaciones contradicen la Ley de Bioseguridad, ya que son líneas de maíz transgénico basadas en una tecnología obsoleta y algunas contienen combinaciones no desreguladas en su país de origen.

La Unión de Científicos Comprometidos por la Sociedad consideró que en el país no hay infraestructura para cubrir el bimonitoreo (de maíz original y transgénico); de ahí el alto riesgo de contaminación.

Para los integrantes de la campaña Sin maíz no hay país lo que se autorizó favorece a un grupo de empresas que pretenden controlar el mercado nacional de las semillas; lo que está en riesgo es la independencia y capacidad de México de producir su propio alimento y las consecuencias que ello tendrá para los campesinos, el campo y el maíz, el patrimonio más importante de la población.

La experimentación autorizada consta de tres etapas: experimental, piloto y comercial. La primera consiste en sembrar en campos preparados con barreras físicas, químicas y biológicas; la piloto consiste en sembrar en superficies más extensas, pero aún controladas, y la comercial es liberar la venta de las semillas que fueron objeto de experimentación y serán sembradas dentro de los polígonos agrícolas autorizados, principalmente en el norte del país.

AgroBio explicó que las semillas de maíz trasngénico tienen varias décadas de haberse experimentado en otros países y que su compromiso es sembrar sólo las variedades autorizadas para consumo humano o animal.

En la comunidad científica que exige la cancelación de los permisos hay preocupación por el uso del maíz como biorreactor, es decir, su alteración genética para obtener recursos no alimentarios como plásticos, aceites industriales, biocombustibles y fármacos, pues la planta tiene más de 3 mil usos.

Fuente:La jornada México, 2-noviembre-2009

domingo, 1 de noviembre de 2009

Las mentiras y la productividad en LFC

Las mentiras y la productividad en LFC

Antonio Gershenson
Las mentiras no son ninguna novedad, especialmente con el régimen actual, que empezó desde la campaña electoral ofreciendo el oro y el moro. Es más: contrastamos más esas mentiras diciendo y diciéndonos la verdad. Pero ahora se dieron vuelo, y lo vamos a ver más en detalle.

Toda la campaña contra Luz y Fuerza del Centro (LFC) y contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se basa no sólo en decir falsedades, sino en ocultar hechos plenamente oficiales, firmados incluso por representantes directos del gobierno federal.

El 16 de marzo de 2008 se firmó un convenio de productividad entre los representantes de LFC y del SME. Firmaron también, como testigos de honor, los secretarios de Energía, del Trabajo y Previsión Social, y de Hacienda y Crédito Público. Esta última tienen mucha razón de ser, pues la ausencia de inversión pública en la mencionada paraestatal ha sido uno de los elementos básicos de la falta de productividad.

En este convenio se establece, entre otras cosas, lo siguiente:

Si se determinara, en su caso, que los procesos pueden ser desarrollados con un menor número de trabajadores en las respectivas áreas, el personal que quede sin actividad será reubicado en aquellas áreas que requieran más personal en términos del propio proceso de reingeniería, previa capacitación... la plaza que deje el trabajador que sea reubicado no genera una vacante. Esto implica una reducción gradual del personal.

Las partes se comprometen a implementar un programa de capacitación, para que el personal desarrolle y ejecute nuevas y múltiples funciones. Esto muestra que la afirmación, durante la campaña contra este sector de la industria eléctrica, de que si a un chofer se le baja una llanta, no va a arreglarla él solo, es de mala fe, pues ya había un proceso en marcha para cambiar esa situación.

El sindicato se compromete a coadyuvar con LFC en el objetivo de disminuir las pérdidas de energía no técnicas, hasta alcanzar, al 30 de noviembre de 2012, un nivel de pérdidas similar al resto del sector eléctrico nacional. También estaba en proceso esto, por lo que las palabras oficiales en el sentido de que había más de estas pérdidas en LFC que en el resto del sistema también ocultaban que esto estaba ya también en proceso de corrección. También, el gobierno federal, a través de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, procederá a la asunción de la deuda de LFC.

¿Por qué los funcionarios han silenciado todo esto? Y debemos agregar que se estableció, en el mismo convenio, que la ya existente Comisión Mixta Permanente de Productividad, en la que participan LFC y el SME, va a trabajar al respecto, y ha estado evaluando resultados. Según fuentes sindicales, el nivel de cumplimiento que resultó de estas reuniones y evaluaciones, y de un balance general de resultados 2008, fue superior a 90 por ciento. No he visto desmentidos ni otras versiones.

Tampoco están entre los hechos públicos anteriores a la liquidación las acusaciones de ineficiencia. Los hechos públicos van por otro lado.

Pese a que las elecciones en el SME –que fueron un hecho de la vida interna de ese sindicato– habían sido en junio de este año, el 5 de octubre la Secretaría del Trabajo niega la toma de nota de los candidatos que resultaron elegidos, incluido el secretario general.

En señal de protesta, hubo una marcha del SME a Los Pinos el 8 de octubre.

Dos días después, el sábado 10 de octubre, se produce la ocupación masiva, por fuerzas policiales y militares, de los centros de trabajo de Luz y Fuerza del Centro. El día siguiente, domingo 11, se decreta y comunica en el Diario Oficial la liquidación de LFC.

Por más que, entre tantas mentiras, se dijo que no se trataba de una privatización, la mayor parte de quienes sustituyeron a los miembros del SME en su trabajo son empleados de empresas privadas de fuera del área central, todo indica que contratadas por la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Se habla, en lo general, de los apagones del pasado. Pero los funcionarios ocultan hasta cuándo pueden extenderse los apagones –algunos de varios días y de áreas extensas– que se han producido desde que un grupo de personas de la CFE y muchos empleados de sus contratistas privados están a cargo de la misma región.

Este es el pretendido sustento de las agresiones contra LFC y contra el SME.

martes, 27 de octubre de 2009

Globalización imperial y movimientos sociales en Latinoamérica

Globalización imperial y movimientos sociales en Latinoamérica


Traducido para Rebelión por Andrés Prado


Introducción

El crecimiento sin obstáculos del capitalismo euroestadounidense después de la caída del comunismo soviético y europeo, la conversión de China e Indochina al capitalismo de Estado y el auge de dictaduras militares de libre mercado en Latinoamérica, respaldadas por EE.UU., dan un nuevo ímpetu a la construcción occidental imperial llamada “globalización”.

El proceso de globalización fue el resultado de condiciones ‘externas’ e ‘internas’ y coaliciones de clase incrustadas en la estructura social tanto de los países imperiales como de los países ‘recipientes’ u objetivos. La expansión del capital no fue ni un proceso lineal o de expansión (acumulación) continuada ni uno de colaboración sostenida de los paises objetivos. Las crisis en los centros imperiales y las transformaciones de los regímenes en los países colaboradores afectaron al flujo de capital, al comercio, a las normas y a las regulaciones.

Una de las consecuencias no pretendidas de la ascensión de las clases dominantes globales fue el surgimiento de movimientos sociales a gran escala y tumultuosos, especialmente en Latinoamérica, que retaron a los gobernantes, ideología e instituciones que mantenían el imperio global.

Las relaciones entre globalización imperial y movimientos sociales son complejas, cambiantes y están sujetas a reveses y avances. Este estudio, con atención a Latinoamérica, plantea diversas hipótesis al explorar la relación entre globalización y movimiento social durante un período de treinta y cinco años: desde el comienzo de la doctrina del libre mercado que es la fuerza motora de la globalización (1975) hasta hoy (2010). Este arco temporal nos proveé del tiempo suficiente para observar las operaciones a largo plazo del capital global y las trayectorias históricas de los movimientos sociales. Tomando Latinoamérica en su conjunto como una sola entidad, ampliamos nuestro campo de acción y minimizamos la posibilidad de desarrollos idiosincráticos específicos para un solo país.

Nuestra investigación se guía por un número específico de hipótesis que serán testadas a través de un análisis histórico de las tendencias económicas globales y la trayectoria de los movimientos sociales. Empezaremos haciendo un breve repaso de las dinámicas de la globalización y el crecimiento de los movimientos sociales en Latinoamérica para entonces especificar nuestras hipótesis clave acerca de las relaciones entre globalización y movimientos sociales.

Globalización: Clase, Estado y Economía

El comienzo de una nueva y dinámica fase de expansión de capital imperial, que llamaremos globalización, debe mucho al resultado político favorable de la lucha a escala mundial entre el capital y la clase obrera. La derrota y retirada de la clase obrera en Occidente, particularmente en EE.UU. e Inglaterra, y la autodestrucción de los regímenes comunistas del este pusieron los cimientos para una agresiva cruzada global contra regímenes y movimientos de izquierda en el tercer mundo, especialmente en Latinoamérica. El retroceso de los movimientos obreros fue particularmente vicioso y triunfal en Latinoamérica, donde la mayor parte del continente experimentó la instauración de dictaduras militares que desmantelaron las restricciones nacionales a los flujos de capital y los aranceles.

Dentro de este nuevo marco global de artífices de la construcción imperial y regímenes autoritarios colaboracionistas, hay varios factores que intensificaron la expansión global económica.

(1) La innovación tecnológica, especialmente las tecnologías de la información, aceleró los flujos de capital y mercancías.

(2) La acumulación a gran escala de capital en los Estados imperiales, una bajada relativa en los porcentajes de los beneficios y el creciente rol del capital financiero espolearon las inversiones en ultramar, la especulación y las liquidaciones de empresas privatizadas.

(3) La competición intensificada entre EE.UU., la Unión Europea y Asia, llevó a las MNC (Corporaciones Multinacionales en sus siglas en inglés) a buscar ventajas asegurando bancos y recursos; cuotas de mercado dentro de Latinoamérica.

(4) El surgimiento de dictaduras derechistas pro occidentales proveyó condiciones socioeconómicas excepcionalmente favorables para liquidaciones y adquisiciones de empresas y recursos locales, extraordinarios dividendos en especulación financiera y oposición mínima de reprimidos sindicatos y partidos nacionalistas y de izquierda.

Como consecuencia de estos cambios estructurales, se pusieron en práctica doctrinas de libre mercado y políticas neoliberales con el resultado de acuerdos de libre comercio bilaterales (NAFTA- Tratado de Libre Comercio de América del Norte en sus siglas en inglés-) y desregulación de las economías. El crecimiento de la actividad especulativa enraizó y prosperó al mismo tiempo que las redes de garantía social fueron desmanteladas.

Después de más de dos décadas de desarrollo altamente polarizado y crecimiento mediocre, las economías neoliberales se estancaron y entraron en crisis: los precios de las mercancías (commodities) cayeron, las burbujas financieras estallaron, estafas bancarias a gran escala empobrecieron a los ahorradores de la clase media, inversionistas fueron defraudados... llevando a un colapso económico virtual y a un desempleo masivo. En los primeros años del nuevo milenio, Latinoamérica se enfrentó a una crisis sistémica en la cual los regímenes neoliberales fueron depuestos, los movimientos sociales crecieron y las bancarrotas económicas se multiplicaron. Se elegieron partidos y coaliciones de centro izquierda que tendieron a implantar medidas de mejora que aliviaron el impacto de la crisis. Se aprobaron paquetes de estímulo para reavivar las economías. El auge de los precios agrícolas y minerales en el mercado mundial facilitó la recuperación económica, que duró hasta el comienzo de la recesión económica de 2008.

Movimientos Sociales

Brotando del polarizado crecimiento, de la intensificada explotación del trabajo y del desplazamiento de campesinos y granjeros, todo ello endémico de las políticas de libre mercado, el descontento social se extiende en las zonas rurales, especialmente entre los trabajadores rurales sin tierra, los campesinos y las comunidades indígenas. Emergió una nueva generación de líderes militantes con capacidad para conectar el malestar local con políticas estructurales nacionales e internacionales. Los movimientos de masas se establecieron en los primeros años de la década de los noventa y lanzaron una serie de campañas masivas y movilizaciones que se extendieron a las ciudades e hicieron involucrarse a la creciente masa de trabajadores urbanos desempleados, funcionarios, y empresarios y profesionales de clase media empobrecidos y cada vez menos reciclables.

Las crisis precipitaron revueltas a gran escala, comandadas por los nuevos movimientos sociales, que demandaban cambios sistémicos pero se apaciguaban ante la elección de regímenes de centro izquierda. La primera década del siglo XXI ha sido testigo del ascenso y declive de la actividad de movimientos que eventualmente se asentaban en cambiantes nichos del nuevo orden presidido por los regímenes de centro izquierda.

Hipótesis Clave

La expansión de la ‘globalización’ o el desarrollo del modelo imperialista centralizado fueron acompañados del crecimiento de los movimientos sociales de masas. Esto plantea la cuestión fundamental de la relación entre los dos procesos. Presentamos varias hipótesis para explorar esta relación.

(1) Cuanto mayores sean las desregularizaciones de la economía, mayores serán la aceleración de la globalización y el impulso para el crecimiento de los movimientos sociales.

(2) Las crisis y el colapso de la globalización desregularizada lleva a un mayor protagonismo y una mayor radicalización de los movimientos sociales hasta incluir levantamientos sociales que deponen regímenes en curso.

(3) Cuanto mayores son la regulación y el control del proceso de globalización por parte del régimen, menor es el impacto de las crisis, más moderadas las actividades de los movimientos sociales y menos probable una rebelión popular.

(4) Cuanto más débil sea la red de seguridad social en tiempos de crisis, mayores serán los movimientos sociales y más radicales sus demandas. Por el contrario, cuanto más fuerte sea la red de seguridad social en tiempos de crisis menor será el crecimiento de movimientos sociales y más reformistas sus demandas.

(5) La depreciación mundial de las mercancías (commodities) tiene más posibilidades de crear como subproducto movimientos sociales radicales que los períodos de precios boyantes.

Combinando nuestras cuatro principales variables en una sóla hipótesis sobre la relación de la globalización y los movimientos sociales, llegamos a las dos proposiciones siguientes:

Las condiciones óptimas para los movimientos sociales radicales de masas aparecen cuando una economía sufre una alta desregularización, en tiempos de crisis financieras y recesión productiva, cuando los precios de las mercancías (commodities) están a la baja y en un contexto débil de garantías sociales.

Por el contrario, los movimientos sociales radicales de masas tienen menor posibilidad de surgir bajo una economía altamente regulada, con una fuerte red de seguridad social y en un contexto mundial de precios de mercancías (commodities) al alza y economía boyante.

Poniendo a prueba la hipótesis: Latinoamérica 1980-2010

Entre 1980 y 1990, Latinoamérica experimentó un período de creciemiento moderado y precios estables en el mundo para sus mercancías (commodities). Éste fue un período de desmantelamiento mayor de las regulaciones estatales sobre la economía y de un debilitamiento de las redes de seguridad social. Y aún así no se produjeron levantamientos sociales importantes ni se crearon movimientos sociales de masas, excepto en Chile entre 1985 y 1986, que terminaron con el pacto político, respaldado por EE.UU., entre los pinochetistas y los partidos de la socialdemocracia cristiana y su subsecuente ascenso al gobierno en 1990.

Durante la primera mitad de la década de los noventa los precios de las mercancías (commodities) descendieron hasta mínimos históricos, la red de seguridad social continuaba deteriorándose; los beneficios del capital se multiplicaron en una orgía de privatizaciones y adquisiciones extranjeras mientras el crecimiento general se estancaba. Crecieron los movimientos sociales, la movilización de masas, extendiéndose del campo a las ciudades aunque se dieron pocas rebeliones populares.

En el período entre el final de la década de los noventa y los primeros años del 2000 (aproximadamente 1999-2003) se experimentó una gran crisis socio-económica y política, incluyendo crisis económicas y financieras en Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela, Ecuador, Perú y Uruguay. Después de más de veinte años de políticas de libre mercado acompañando al proceso de globalización, la red de seguridad social estaba hecha jirones. Los precios de las mercancías (commodities) se mantenían bajos y la desregularización financiera agudizaba la vulnerabilidad de las economías ante la recesión en EE.UU.

Entre 2000 y 2005 los regímenes neoliberales se depusieron o cambiaron en Argentina (tres regímenes en dos semanas- 2001-2002), Bolivia (2003, 2005), Ecuador (2000, 2005), Perú, Uruguay, Brasil, Venezuela (el régimen golpista duró cuarenta y ocho horas- 2002). Los movimientos sociales crecieron precipitadamente en toda la región y sus demanadas se radicalizaron, demandas que incluían cambios estructurales fundamentales. El Movimiento de los Campesinos sin Tierra en Brasil (MST) lideró los movimientos de ocupación masiva de tierras en el país. Levantamientos obreros, campesinos e indígenas expulsaron en Bolivia a dos gobiernos elegidos en curso. En Ecuador, coaliciones de movimientos indígenas y urbanos derrocaron un gobierno neoliberal en curso en 2000 y un movimiento ampliamente basado en ciudadanos de las urbes expulsó a un régimen neoliberal corrupto en 2005. En Argentina, una rebelión popular liderada por organizaciones vecinales de trabajadores de clase media, desempleados y empobrecidos, expulsó a presidentes neoliberales y dominó la política de 2001 a 2003. En Venezuela, una movilización popular masiva, con aliados militares, expulsó a la junta empresarial-militar de abril de 2002, respaldada por EE.UU., y restableció en el poder al Presidente Chávez.

El período entre 2003 y 2008 fue testigo de una subida pronunciada de los precios de las mercancías (commodities) hasta niveles récord. El auge de los regímenes de centro izquierda estuvo acompañado de controles sobre el capital, la restauración parcial de la red de seguridad social, una recuperación económica rápida y un crecimiento relativamente alto. Los movimientos sociales dejaron de crecer, sus demandas se centraron en reformas inmediatas, las movilizaciones fueron menos frecuentes y algunos de sus líderes clave fueron designados cargos en la administración.

En el período entre 2008 y 2010 se produjo un pronunciado descenso del crecimiento que reflejaba el impacto de la recesión mundial y la bajada de los precios de las mercancías (commodities). Mientras la mayoría de los países entraba en recesión, el sistema financiero no experimentó un colapso comparable al del período anterior (2000-2002), en parte debido a los controles sobre el capital que tenían lugar desde la primera parte de la década. Mientras crecía el desempleo y los niveles de pobreza se incrementaban, la mejora de la red social minimizó el impacto de la recesión. Los movimientos sociales aumentaron su actividad y experimentaron un crecimiento medio pero con pocos, si es que alguno, retos al poder estatal, al menos durante los primeros dos años de duración de estas crisis en transcurso.

Conclusión

Nuestro repaso histórico demuestra que factores como la implantación de cambios neoliberales y la profundización en la globalización no llevan por sí solos al crecimiento de movimientos sociales masivos y radicales: así lo atestigua el período de 1980 a 1990. Ni tampoco el bajo precio de las mercancías (commodities), una débil red de seguridad social o unos ingresos estatales en declive provocan levantamientos populares y la creación de movimientos sociales radicales de masas. De la misma forma, una crisis económica, como la recesión de 2008 a 2010, no ha llevado a un resurgir de los movimientos sociales de masas radicales o de las rebeliones populares.

Sólo cuando una combinación de factores internos, como una débil red de seguridad social y una economía desregulada, y una crisis externa, como una recesión global, y unos precios de mercancías (commodities) mundiales a la baja, tenemos condiciones posibles para el crecimiento de movimientos sociales de masas radicales y dinámicos.

Los escritores que se centran o empiezan desde una perspectiva de ‘sistema mundial’ o cualquier otra de carácter ‘globalista’ cuando intentan estudiar el auge de los movimientos sociales como una función de las ‘operaciones’ de mercado fracasan a la hora de tener en consideración las luchas políticas y sociales internas y las políticas sociales estatales resultantes como factores determinantes.

Deberíamos resaltar que las rebeliones de los movimeintos sociales no ocurren de repente porque todas las contingencias tengan lugar. Los levantamientos sociales a finales de los años noventa y la primera mitad de los años del nuevo milenio tuvieron una década de gestación: organizándose, acumulando fuerzas sociales, creando alianzas con disidentes de las instituciones -como miembros radicales de la iglesia- y desarrollando líderes y cuadros de mando. Las crisis económicas, como mucho, fueron el evento “disparador” del severo descrédito de la clase dominante, minada la imperante ideología de la ‘globalización’, que permitió a los movimientos dar un salto cualitativo de la protesta a la rebelión política y el cambio de régimen.

Finalmente, aunque no es esencial para este estudio, deberíamos indicar que mientras los movimientos sociales en su climax fueron capaces de derrocar regímenes neoliberales, no fueron capaces de conseguir poder político y revolucionar la sociedad: sus levantamientos permitieron a políticos de centro izquierda llegar al poder. Irónicamente, una vez en el poder, aprobaron suficientes reformas económicas y sociales como para mantener a distancia la vuelta a la radicalización de los movimientos cuando la crisis económica mundial golpeara de nuevo al final de la primera década de este siglo.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de los autores, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 26 de octubre de 2009

La doble ruptura

La doble ruptura
Víctor Flores Olea

Dijimos en anterior entrega que el rasgo dominante del gobierno de Felipe Calderón es su distancia abismal con el pueblo de México. Como si las dos esferas –gobierno y pueblo– estuvieran en órbitas distintas sin la menor posibilidad de encontrarse. Ahora debemos ser más radicales: la pantomima del gobierno de Felipe Calderón ha llegado a una ruptura radical con el pueblo, no sólo por su distancia, sino porque se ha establecido un corte abrupto que parece irreversible.

Las decisiones torpes, antipolíticas y antidemocráticas de Calderón llegan a un punto de saturación escandalosa: inacción ante la crisis; ataque sistemático a los recursos energéticos, con la pretensión de privatizar el petróleo y ahora decretando la inexistencia de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y dejando sin empleo a 45 mil trabajadores (clara política antisindicalista y antiobrera); recortes al presupuesto educativo y cultural, con una ceguera escandalosa; y el paquete fiscal que ahora se pelotea entre los partidos políticos en un espectáculo vergonzoso para la nación.

Podría alargarse casi indefinidamente la lista de las aberraciones, como la de aumentar impuestos en tiempos de crisis, obviamente desalentando la inversión y la creación de empleos, y despreciando la educación y la cultura. Pero concluyamos que uno de los aspectos más lamentables de las semanas recientes ha sido la ausencia de un mínimo debate inteligente, la ausencia de voces, en el gobierno o en los partidos, que planteen y discutan los problemas con saber y voluntad de resolver. La ignorancia ha prevalecido y por eso ha sido un escenario degradante para la clase política y allegados.

Por supuesto, la clase de los comunicólogos ha sido una de las más bochornosas en esta justa de estupideces: sólo cuentan sus ingresos y patrones, y ni por asomo se han interesado en escarbar en la situación real por la que atraviesa el país. Se dice que el nuestro es uno de los más rezagados en América Latina y que será de los últimos en salir de la crisis. ¿Cinco millones más de mexicanos que pasan a las filas de los más pobres? Pues es así sin remedio y nada que hacer ante el dicho de los amos.

En esta calamidad ocupan un primerísimo lugar los responsables de las finanzas, que ni por asomo piensan en el desarrollo nacional, sino sólo en mantener una situación que ya es rechazada en la mayoría de los países y por los más perspicaces, que plantean la necesidad de un cambio profundo en el manejo de la economía, de la política, de la sociedad y la cultura. Rechazo al neoliberalismo al que siguen aferrados nuestros gurús. Calderón se muestra ya como el más torpe, anquilosado e ignorante de los últimos gobernantes que ha tenido México, lo cual no es poco decir.

La ruptura abismal de Calderón con el pueblo de México, y su necesidad de gobernar con ayuda de cachiporras, se hizo patente en su ilegal decisión de extinguir LFC y al SME, uno de los obstáculos mayores en su privatización, con un inusitado despliegue de fuerza. No intervino directamente el ejército, pero estaba allí en las calles para cualquier emergencia.

Una gran responsabilidad que la historia endosará a Felipe Calderón es haber sacado al Ejército de los cuarteles, al que difícilmente regresará, y menos ahora en que se extienden la protesta y las acciones críticas. Pero el malestar general se transforma también en rápida toma de conciencia que se ha expresado, por ejemplo, en la enorme manifestación del pasado 15 de octubre. Es obvio que la crisis ha golpeado a las clases populares, pero también a sectores de las clases medias.

Felipe Calderón ha roto con el pueblo de México, pero también el pueblo con el gobierno. En artículo anterior sosteníamos la actualidad de Marx como crítico del sistema capitalista, pero afirmando también la actualidad de Lenin. No porque se regrese a la idea del partido único ni a la idea de la revolución en las exclusivas manos de la clase obrera ni a la toma del poder como hazaña del instante y de la crisis final de la clase dominante. Muchas de éstas fueron condiciones ineludibles de su tiempo, pero hoy no necesariamente se repiten.

Lo central en Lenin fue la ruptura con el orden de cosas existente, que hoy en México es una doble ruptura: la de la legalidad con la sociedad, con tintes fascistas, y la de la sociedad mayoritaria con los dominadores. No sólo la clase obrera (aunque el SME nos hace pensar que sin clase obrera militante no hay posibilidades de ruptura), aun cuando hoy la idea de los trabajadores (de la sociedad mayoritaria), que desean un mundo mejor, al lado de los movimientos sociales que también luchan por el cambio, inclusive aquella parte salvable de los partidos de izquierda, resulta un conjunto con potencialidades organizativas extraordinarias, capaz de luchar y triunfar en una ruptura progresista que se ve como necesaria e ineludible.

No será para mañana, pero estamos ya en los prolegómenos. Esa unión potencial y esa ruptura serán imparables, y de efectos enormemente positivos para finalizar o atenuar las polarizaciones de la república, y en favor de su democracia profunda.

domingo, 18 de octubre de 2009

La nación y el estado de derecho agredidos

La nación y el estado de derecho agredidos
Arnaldo Córdova

Cuando el año pasado se discutieron las reformas que en materia de petróleo quiso imponer el gobierno panista, muchos indicaron que el asunto de la energía debía discutirse en su conjunto, pues, como puede verse ahora, en todas sus ramas (petróleo, gas, electricidad) había intentos claros y confesos de subvertir el orden constitucional en la materia. Ya se estaba haciendo con el gas y con la electricidad. Una riqueza nacional que la Carta Magna ordena que sea explotada, desarrollada y puesta al servicio de las necesidades generales, se estaba convirtiendo por obra del gobierno derechista en objeto del más desvergonzado y cínico saqueo por privados, autorizados y hasta asesorados por los mismos gobernantes.

El golpe del gobierno de Calderón a Luz y Fuerza del Centro y al Sindicato Mexicano de Electricistas viene a poner al descubierto toda la podredumbre y toda la corrupción que envuelven sus acciones en contra de la industria nacional y sus mismas empresas, que el Estado debería promover y proteger para que lleven a cabo los objetivos que les asigna la Constitución. En ese acto del gobierno panista se dan violaciones múltiples a la Carta Magna y a sus leyes y sólo se alegan razones de orden económico y administrativo que son ajenas a la legalidad en todos sus pasos.

Ya en lo que respecta a la conducción de la economía y de la administración pública, el decreto de Calderón, que es un adefesio jurídico desde cualquier punto que se le vea, viola los artículos 27 (ya venía siendo reiteradamente violado desde la época de Salinas), 73, 89 y 90 constitucionales. El golpe contra el sindicato ofrece también violaciones, en primer lugar, a los artículos 123 (protector de las relaciones de trabajo), 14 y 16 de la Carta Magna. Aparte de ello, varias leyes han sido, asimismo, violadas flagrantemente, entre ellas la del Servicio Público de Energía y la Federal del Trabajo.

Iré por partes, porque en una sola entrega sería imposible tratarlo todo. Veamos ahora los artículos constitucionales violados, por lo menos en parte.

Calderón funda su decreto, de hecho, en una sola disposición, la que se contiene en el artículo 16 de la Ley Federal de Entidades Paraestatales, que dicta que cuando un organismo descentralizado deje de cumplir sus fines u objeto o su funcionamiento sea inconveniente, la Secretaría de Hacienda propondrá al Ejecutivo la disolución, liquidación o extinción del mismo. Según su interpretación, él puede organizar y desorganizar cuantos organismos le vengan en gana. Así comienza diciéndolo en su decreto y está equivocado, porque esos organismos se crean por ley del Congreso y él sólo debe ver por su buen funcionamiento.

En el artículo anterior, el 15, se habla de leyes o decretos del Legislativo y del Ejecutivo. El segundo sólo puede expedir reglamentos, no leyes. Y en el artículo 90 constitucional se señala con toda claridad que la administración pública federal será centralizada y paraestatal conforme a la ley orgánica que expida el Congreso, el cual distribuirá los negocios del orden administrativo que estarán a cargo de las secretarías de Estado y definirá las bases para la creación de las entidades paraestatales y la intervención del Ejecutivo en su operación (y en su extinción). La fracción primera del 89, que determina las facultades del Ejecutivo, establece la de promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera administrativa (¡ojo!) a su exacta observancia.

Hay que tener presente, además, lo que dicta la fracción X del artículo 73 que establece las facultades del Congreso: Para legislar en toda la República sobre hidrocarburos, minería, sustancias químicas, explosivos, pirotecnia, industria cinematográfica, comercio, juegos con apuestas y sorteos, intermediación y servicios financieros, energía eléctrica y nuclear y para expedir las leyes del trabajo reglamentarias del artículo 123. El presidente, y él debería saberlo, con los organismos descentralizados y, en particular, con los que se denominan paraestatales, no puede hacer lo que se le antoje sin antes iniciar una ley ante el Congreso que se lo permita. Le pareció que no valía la pena y pisoteó la Constitución y sus leyes.

En su decreto, cita varios artículos constitucionales y legales que viola flagrantemente. En cualquier caso resultaría paradójico, pero no en el suyo. Por supuesto, menciona el artículo cuarto transitorio de la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica (reformado en diciembre de 1989), en el cual se estipula que las compañías concesionadas antes a privados entrarán en disolución y liquidación y el Ejecutivo federal dispondrá la constitución de un organismo descentralizado con personalidad jurídica y patrimonio propios para prestar el servicio. Ese organismo era, desde el periodo de Salinas, Luz y Fuerza del Centro. Claro que fue creado por decreto presidencial, pero con apoyo en una ley. No es verdad que de esa manera, por decreto, un presidente pueda crear o desaparecer organismos.

Para hacerlo, en cualquier caso y visto lo dispuesto por los artículos constitucionales que hemos citado, Calderón debió haber solicitado del Congreso la reforma de ese artículo o de cualquier otro de la mencionada Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica que le permitiera disolver, liquidar o extinguir Luz y Fuerza del Centro. No sé de dónde sacó el senador Beltrones que el decreto está apegado a derecho. O no sabe derecho (cosa que es cierta, de cualquier forma) o nos está ocultando alguna trama inconfesable (algo a lo que también nos tiene muy acostumbrados).

Que los presidentes panistas hayan gobernado este país violando la Constitución y sus leyes no debería extrañarnos. Y menos aún la alcahuetería desvergonzada de los priístas. Estos no le perdonarán al SME haber sido el único sindicato independiente y de verdad combativo que sobrevivió, desde su fundación en 1914, al autoritarismo priísta. Al senador Labastida, que siendo secretario de Energía nunca supo qué hacer con LFC, le parece que la paraestatal era un lastre que debió haber sido liquidada desde mucho antes y, entre los priístas, es el que lleva la voz cantante y está en todo con los panistas. Ahora veremos con qué batea de babas nos salen esos priístas en sus componendas con el PAN.

Todos dan por decidido el asunto. Se equivocan por partida doble: la ciudadanía todavía tiene voz que hacer oír como el pasado jueves por la tarde y, además, hay violaciones a nuestro orden constitucional y jurídico tan burdas y desvergonzadas que no se pueden dejar pasar si queremos vivir en un estado de derecho.

Las olimpiadas y la geopolítica

Las olimpiadas y la geopolítica
Immanuel Wallerstein

Se supone que las olimpiadas modernas tienen que ver con dos cosas: promover la paz por todo el mundo mediante una competencia no violenta que esté por encima de la política, y exaltar los logros atléticos. Sin duda casi todos los atletas entran en las competencias olímpicas teniendo en mente lo segundo. Pero promover la paz parece ser casi la última cosa en la mente de los gobiernos cuyo respaldo de sus estructuras atléticas ha sido siempre crucial para el éxito de sus participantes nacionales.

Esto por supuesto fue cierto desde el mero comienzo. El afamado promotor original de las modernas olimpiadas, el barón de Coubertin, nació en 1863. Se dice que se le crió meditando sobre el trauma nacional sufrido por casi todos los franceses como resultado de la derrota que les infligieron los alemanes en 1871. Parece ser entonces que Coubertin decidió que la derrota era resultado de que en la educación francesa faltaba enfatizar la importancia de las habilidades atléticas, a diferencia de Gran Bretaña y Alemania, y fue entonces que se propuso rectificar esto.

Al paso de los años, los gastos nacionales en los preparativos olímpicos se han incrementado de manera constante. Ganar la elección de la sede de los Juegos Olímpicos como ganar los juegos mismos se volvió un objetivo más importante para los gobiernos. La geopolítica nunca ha estado ausente de los juegos.

A lo largo de la guerra fría, la competencia entre los bloques se contabilizaba según el número de medallas de oro ganadas. Al boicot de Estados Unidos y de otros países occidentales a las olimpiadas de Moscú en 1980 le siguió el boicot soviético de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984. La lista de países que podía competir la determinaban argumentos de guerra fría, acerca de la legitimidad de los estados y sus fronteras.

Así que no sorprende que la reciente votación del Comité Olímpico Internacional (COI) en Copenhague que decidió la sede de los juegos de 2016 fuera interpretada por la prensa mundial a través de lentes geopolíticos. De hecho, la prensa mundial ha estado brindando atención creciente a estas decisiones del COI debido a que ahora los jefes de gobierno se volvieron negociadores directos de la candidatura de una sede olímpica. Así que, dada la presencia de los líderes de Brasil, España y Japón en la reunión de Copenhague, fue claro que Barack Obama tenía que aparecerse también para hacer su moción en favor de la sede de Chicago.

Los corredores que aceptan apuestas de los resultados de tales competencias le daban las probabilidades a Chicago, sobre todo por el anuncio de Obama de que asistiría en persona. En la primera ronda de votaciones secretas, los resultados se partieron entre los cuatro candidatos. Pero para gran sorpresa de la prensa estadunidense, de los líderes del atletismo y de los políticos, Chicago no salió en primer lugar sino en cuarto, y fue eliminado en la primera ronda.

Para la tercera ronda, Río de Janeiro emergió victorioso con dos tercios de los votos, lo que es un margen inusualmente amplio. No es difícil discernir por qué ocurrió así. Aunque Río es una sede atractiva en sí misma, los miembros del COI votaron menos por Río de Janeiro que por Brasil. Los tres otros candidatos fueron todos del norte –Estados Unidos, España y Japón. Brasil representaba al sur.

El argumento público principal del presidente Lula es que Sudamérica es el único continente que nunca ha sido anfitrión de los Juegos Olímpicos de Invierno. Eso es cierto, pero pienso que Fidel Castro estaba más en lo cierto cuando de modo exultante describió la votación como un triunfo del tercer mundo.

Y no sólo fue cualquier país del tercer mundo el que ganó la votación. Fue Brasil, uno de los gigantes del sur que se levantan. Lula mismo dijo después de la votación: Brasil pasó de ser un país de segunda a uno de primera clase, y ahora comenzamos a recibir el respeto que merecemos.

El respeto que merecemos –y que no han recibido en el pasado–, ésa fue la exultación de Brasil, y fue compartida por el resto del tercer mundo.

¿Fue éste un rechazo a Obama? Por supuesto lo fue –no hacia él en lo personal, sino hacia Estados Unidos. Por más popular que sea Obama por todo el mundo, y es popular, continúa siendo el presidente de Estados Unidos. La votación fue claramente un desprecio geopolítico. No es que Obama pudiera haberlo hecho mejor. Y si él no se hubiera presentado, el público estadunidense lo habría culpado de la derrota por su ausencia.

Perder una votación relativa a una sede olímpica no es tan malo como ver que las bases estadunidenses en Afganistán son ocupadas por los talibanes, pero es parte de la misma figura.

Ahora que Obama ganó el Premio Nobel de la Paz, ¿cambiará eso las cosas en cuanto a la diplomacia estadunidense? Momentáneamente, tal vez. Pero la situación subyacente permanece igual. De hecho, hará que la posición del presidente estadunidense sea en algunas formas más difícil, porque ahora será medido con criterios más altos.

Traducción: Ramón Vera Herrera

La corrupción de los premios Nobel

La corrupción de los premios Nobel
Marcos Roitman Rosenmann

Cuando Alfred Nobel decidió que una parte proporcional de su inmensa fortuna fuese a parar todos los años a las manos de los más preminentes hombres y mujeres de las ciencias y la literatura buscó redimirse. Sus últimos días fueron angustiosos. No podía soportar las consecuencias del uso militar de la dinamita, su gran invento. Apesadumbrado, se transformó en un pacifista confeso. En su testamento dejó muestra de ello. Así podemos resumir sucintamente el origen histórico de los cinco premios que llevan su nombre. Un sexto, el de economía, se añadiría apócrifamente en 1968.

El deseo de Nobel fue premiar el esfuerzo en física, química, medicina o fisiología, la creación literaria y a quienes dedicaban su actividad a luchar por la paz. Los candidatos en todas las categorías y por tanto los ganadores debían sobresalir por sus aportes en beneficio de la humanidad y proyectar una vida ejemplar. Muchos son los nombres asociados a esta perspectiva. En química Ernest Ruherford o Linus Paulin, en física Max Planck, Marie y Pierre Curie, Einstein o Niel Bohr, en medicina Santiago Ramón y Cajal, Jaques Monod o Severo Ochoa, en literatura Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Octavio Paz, entre otros. En el caso concreto del Nobel de la paz, el beneficiario, persona o institución, debía, según rezaba el testamento: llevar a cabo la mayor o mejor labor a favor de la fraternidad entre las naciones, por la abolición de los ejércitos permanentes y por la celebración y el fomento de congresos por la paz..

No han faltado años en los cuales una de las cinco categorías haya quedado desierta. En física la primera vez ocurriría en el año 1916, repitiéndose en 1931 y 1934; en medicina no se entregó los años 1921 y 1925, en literatura durante la Gran Guerra y en 1935. En cuanto al Nobel de la paz, 1923, 1924, 1948, 1955, 1956. Hay que destacar que durante los años de la segunda guerra mundial no se concedieron en ninguna de las cinco vertientes.

Aunque las opiniones del jurado para conceder el premio contienen una dosis de subjetividad, declararlo desierto, explicita la dificultad para hacerse acreedor del mismo. Así, el premio Nobel ganó en prestigio. Sin embargo, desde los años 70 del siglo XX cayeron en desgracia. La muestra más flagrante del despropósito fue concederlo a Henry Kissinger en 1974, genocida de guante blanco acusado de crímenes de lesa humanidad y responsable de los bombardeos de los B-52 en Vietnam. Pero cuatro años más tarde, será entregado a Menachen Begin un terrorista confeso de múltiples muertes contra ciudadanos palestinos en los años 50 del siglo pasado. Así, comienza una era marcada por el desconcierto y el descrédito. Los Nobel pierden su lustre. Se conceden por motivos menos altruistas y rompiendo su filosofía inicial. Así, en el Nobel de fisiología o medicina, las compañías farmacéuticas presionan para que sus investigadores sean los beneficiarios. En 2008, el laboratorio AstraSeneca, la multinacional británica, intervino para que dos jurados, asesores de la compañía, apoyaran la candidatura del medico alemán Harald zur Hausen por sus trabajos sobre el virus del papiloma humano que puede causar el cáncer de útero. Tuvieron éxito. No faltó tiempo para que AstraSeneca desarrollara dos vacunas controlando las patentes, el mercado y el proceso de innovación tecnológico. Algo similar ocurre en el Nobel de economía. Durante la hegemonía del liberalismo económico, sus agraciados han formado parte del grupo de Mont-Pèlerin creado por Hayek y Von Mises en 1946. El propio Hayek lo recibirá en 1974, a continuación lo hará Milton Friedman en 1976, seguidos por George Stigler en 1982, James Buchanan en 1986, Maurice Allias 1988, Ronald Coase en 1991, Gary Becker 1992 y Bob Lucas en 1995. Algo sospechoso si consideramos que provienen de una corriente marginal en la teoría y desarrollo de la economía hasta los años 70 del siglo pasado.

Las presiones se suman y los intereses creados desdibujan su filosofía inicial. Sobre ellos pende un halo de corrupción donde se cuestiona un año sí y otro también el nombre de los agraciados. Muchos son los posibles y pocos los elegidos. Algunos podrían argumentar que los dos premios más cuestionados, el Nobel de la paz y el de medicina, no los concede la academia sueca, sino su comité en Oslo y el Instituto Karolinska, intentando lavarse las manos. Aduce autonomía en las decisiones. Y podría ser verdad, sólo que compromete la transparencia y el buen hacer de la fundación Nobel. Sin embargo, hoy, los jurados que premian los apartados de física, química o literatura también son presa de la desconfianza.

Por este motivo, conceder el Nobel de la Paz a Barack Obama no es un acto de agravio, ni un despropósito, marca una tendencia en la cual han caído los Nobel. No hay nada que destacar del actual ocupante de la Casa Blanca en su lucha por la paz. Pero tampoco se consideró dicha circunstancia cuando en 2002 se concede a James Carter, autor material de la guerra de Afganistán, de apoyar con misiles tierra aire a los Talibán y de favorecer la expansión de las transnacionales estadunidenses en África a costa de aumentar el conflicto en la región. Obama no es distinto, por ello no hay que rasgarse las vestiduras. Su política consiste en aumentar la presencia de sus tropas en Afganistán, apoyar a Israel en su política de exterminio contra el pueblo palestino e instaurar bases militares en Colombia, Perú y México. Asimismo defiende a regímenes como el paquistaní y reniega de soluciones democráticas en Honduras. No favorece la paz ni busca la abolición de los ejércitos o la fraternidad entre las naciones como reza el testamento de su creador. Por consiguiente se altera la voluntad de Alfred Nobel y con ello se descompone la credibilidad de sus jurados. Tal vez hay que llegar a una triste conclusión, dejar de pensar en los Nobel como un premio de premios. Hoy forman parte de la sociedad del espectáculo, se degradan y pierden el componente ético asignado por Nobel. Descansen en paz.

jueves, 15 de octubre de 2009

Gaza, ¿un campo de exterminio?

Gaza, ¿un campo de exterminio?

silviacattori.net

Traducido para Rebelión por Marwan Pérez


En junio, usted empezó a preocuparse por el aumento del número de bebés que nacen con defectos. Estaríamos muy interesados en tener su evaluación médica y conocer el resultado del estudio que hizo de este inquietante fenómeno. ¿Nos puede decir la proporción de bebés nacidos con algún defecto pre y posnatal diez meses después de los ataques contra Gaza, en comparación con el mismo período en 2008, en términos de número de casos?

Sí. He estado siguiendo el fenómeno continuo de los bebés que nacen con un defectos. He calculado el número de bebés con defectos congénitos nacidos en julio, agosto y septiembre de 2009. He comparado estos tres meses con los mismos meses de 2008.

He aquí las cifras: En julio de 2009 había en el hospital de Shifa 15 casos, frente a 10 en 2008; en agosto de 2009 hubo 20 casos, frente a 10 en 2008; y en septiembre de 2009 nacieron 15 bebés en comparación con 11 en 2008. El número promedio de nacimientos en el hospital de Shifa, es de unos 1.100 por mes.

Cuando salió este informe causó mucha emoción e interés. Muchas personas atribuyeron el aumento de los defectos congénitos en los fetos abortados y los recién nacidos a las bombas de fósforo blanco utilizadas por el ejército de Israel, ¿Tiene algún caso?

Se puede sospechar, pero no podemos confirmar, que sea el uso de armas químicas por parte de Israel lo que provocó este aumento de los defectos de nacimiento.

¿Son los bebés con defectos de nacimiento de la población de refugiados que fueron sometidos a bombardeos israelíes? ¿De qué área vienen las madres?

Los bebés que sufren defectos de nacimiento vienen de todas partes de la Franja. Pero la mitad de las mujeres que dieron a luz a bebés con problemas provienen del campo de refugiados de Jabaliya.

¿Qué se puede hacer para tranquilizar a las mujeres embarazadas en Gaza, que están muy preocupadas?

En realidad nada. No hay nada que podamos hacer para garantizar que sus hijos serán normales. ¿Cómo podríamos evitar la presencia de productos químicos que pueden causar defectos de nacimiento?

¿Hay embriólogos en Gaza capaces de hacer las pruebas genéticas?

Estamos por desgracia sin equipamiento para realizar pruebas genéticas y ver si los defectos de nacimiento se deben sólo a los factores genéticos o también a los productos químicos. Al final, se trata de un problema de genética, pero los productos químicos podrían ser perfectamente los responsables de las mutaciones.

¿Qué pasa con los investigadores internacionales que tomaron muestras en 2006 para que se analizaran en los laboratorios europeos? ¿Ha habido algún resultado?

¿Cómo podemos resolver este problema? Si los factores químicos son los responsables es muy difícil de probar. ¿Cómo puede probar que las sustancias químicas estaban en la raíz de las mutaciones? ¿Cómo podemos estar seguros de que los israelíes utilizan sustancias prohibidas?

Entendemos que, como médico, le preocupa profundamente y que, en la desesperada situación actual, necesita con urgencia apoyo internacional.

Sí. Me gustaría sugerir algo que nos ayudaría mucho, sin agotar los limitados recursos financieros que tenemos en investigación genética, y que hacerlo requiere una enorme cantidad de dinero. En pocas palabras, sería extremadamente útil convencer a los israelíes de que no repitan la guerra química de este pasado invierno.

¿Qué tipo de patologías se observan en los recién nacidos de este verano? ¿Puede darnos algunos ejemplos de los defectos de nacimiento?

Puede encontrar problemas del sistema nervioso central, hidrocefalia, anencefalia y otros defectos como la enfermedad cardíaca congénita y obstrucción del tracto digestivo. Los problemas renales son muy frecuentes. Malformaciones visibles son poco comunes: los problemas suelen ser internos.

Ahora puede ver los problemas a los que nos tenemos que enfrentar. Las madres se sienten impotentes, no tenemos respuestas para ellas. Saben que todos estamos solos en esta situación. Sólo pueden orar. Es lo único que les queda.

¿Usted no tiene ningún contacto exterior?

No tenemos absolutamente ningún contacto con el exterior. Le he dado una visión general del problema principal. Como he dicho, hay una probabilidad de que los productos químicos pudieran ser una causa de la tendencia alcista de los defectos de nacimiento, ya que han aumentado desde el asalto en diciembre y enero. Sin embargo, esta conclusión es imposible de probar.

Muchas gracias.

Silvia Cattori es periodista independiente suiza, de habla italiana y experta en el sufrimiento humano.

Fuente: http://www.silviacattori.net/article989.html

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

El ALBA tendrá una moneda común desde 2010

El ALBA tendrá una moneda común desde 2010

Público


Los países miembros de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) prevén implementar la moneda común llamada 'sucre' para sus operaciones de comercio exterior a partir de 2010, ha informado una fuente oficial.

El viceministro boliviano de Exportaciones, Huáscar Ajata, ha explicado en una conferencia de prensa que el tema fundamental que abordará el consejo de ministros del área económica del ALBA este viernes en Cochabamba (centro) será la aprobación del tratado constitutivo del Sistema Único de Compensación Regional (sucre).

Indicó que los presidentes de los países miembros ratificarán la constitución de este medio de pago internacional durante la cumbre, para luego ingresar en un proceso de adecuación "que va a ser muy breve", pues "desde el siguiente año comienza la implementación con las primeras operaciones en sucres" .

Ajata explicó que el "sucre" es "un intento" de las naciones de la ALBA para utilizar un medio de pago propio para las exportaciones e importaciones, al margen del dólar o el euro .

Agregó que el objetivo final es que el "sucre" sea una moneda común en los países de este bloque y no solamente un medio de pago para las operaciones de comercio exterior, como ocurrió con el euro en la Unión Europea (UE). La ponencia sobre este sistema de pago estará a cargo de Ecuador .

Un TLC paralelo

Los ministros del área económica del ALBA debatirán los fundamentos del Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), un acuerdo comercial, político y social propuesto en contraposición a los Tratados de Libre Comercio (TLC), criticados por los presidentes miembros de la alianza.

Los presidentes abordarán desde el viernes temas políticos y de defensa, en tanto que el sábado se llevará a cabo un encuentro de organizaciones sociales de la alianza.

El bloque de la ALBA está formado por Ecuador, Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Dominica, San Vicente y las Granadinas, y Antigua y Barbuda .

A la cita se ha confirmado, de momento, la asistencia de los mandatarios de Venezuela, Hugo Chávez ; de Ecuador, Rafael Correa ; de Nicaragua, Daniel Ortega , y de Paraguay, Fernando Lugo, en calidad de invitado.

También estarán delegaciones de San Vicente y Granadinas, Antigua y Barbuda y Dominica, además de Uruguay, República Dominicana, Rusia y Haití, que junto a Paraguay son los países invitados en calidad de observadores al encuentro.

Fuente: http://www.publico.es/internacional/260230/alba/moneda/comun/sucre/cochabamba/correa/chavez/ortega/2010/comercio/exter

Un manotazo de negociantes

Un manotazo de negociantes
Luis Linares Zapata

Frente al desfiladero que el señor Calderón ha empezado a bajar en su ilegítimo sexenio ensaya, una vez más en su pequeña historia, un falso brinco al futuro. El puro estilo del haiga sido como haiga sido otra vez reluce con triste brillo. Una ocasión adicional para entrar a la televisión encadenada que tanto placer acarrea a sus ambiciones. Fiel a su descompostura como funcionario, político y líder, no encuentra otra manera de enfrentar (¿acaso negociando con justicia?) uno de los muchos problemas que aquejan a esta atribulada República: la real modernización del sector eléctrico. En lugar de ello envía, en clásico sabadazo futbolero, a sus secuaces a tomar instalaciones de la LFC sin, en ese preciso momento, las bases legales para ello. Un abierto manotazo de autoridad que muestra, a las claras, tanto su íntimo talante como las deficiencias que lo aquejan como conductor dentro de un Estado de derecho que pretende fundamentar la vida democrática.

El decreto de disolución es un intento de congraciarse, de sopetón, con los mandones de la iniciativa privada, un cómodo grupito que le había retirado simpatías y hecho reclamos en tiempos recientes. También se enfoca el oficialismo sobre ese segmento que lo sigue: la clase media temerosa de los cambios, pero que, de varias inclementes maneras, está siendo afectada por las inacciones, fallas y huidas poco graciosas de la realidad que efectúan los calderonistas, sus patrones y aliados de viaje. Para lograr tales objetos, desde Los Pinos y sus variados cuan nutridos anexos mediáticos, se desató una feroz campaña para situar al SME como el ente abusivo, irredento culpable de todos los males eléctricos y presupuestales. ¡Se atrevían a cogestionar la empresa!, acusó con desprecio inaudito de litigante chicanero el secretario de Gobernación, Gómez Mont. El ensañamiento ha sido brutal y sólo tiene comparación con las andanadas que enderezan contra López Obrador y el movimiento que encabeza. Se ha llegado a sugerir que el SME y el obradorismo recurrirán a Hugo Chávez, ese fenómeno de todas las desgracias continentales, según la versión derechosa. Tampoco se olvidan de los grupos subversivos internos para fortalecer sus desmesuradas andanzas (¿extraña manera de enfocar el derecho al empleo?) otros avezados columneros del oficialismo.

La campaña parte de una serie de supuestos falsos, arreglados al gusto de los alegatos más ramplones y chantajistas tan de uso común por estos días. Calumnia, que mucho va quedando enredado en la opinión colectiva, es la consigna.

La mañosa comparación del subsidio para 2010 a LFC (40 mil millones de pesos) con los recursos empleados contra la pobreza son citados con frecuencia en las afirmaciones de improvisados, rudos, convenencieros y tramposos conocedores. La verdad de casi todos los datos con que se calumnia al SME tiene que ver con lo siguiente: a) las anuales transferencias masivas a LFC se deben al subsidio gubernamental a las empresas privadas que pagan un tercio del costo de la energía y son las que más fluido consumen; b) las fugas crecientes de la energía se deben a todos aquellos consumidores (por lo demás de gran tamaño) que se cuelgan ilegalmente y del que no escapan organismos del Ejecutivo (Los Pinos incluidos); c) parte sustantiva de las ineficiencias se deben a la secular falta de inversiones que, durante pesadas décadas, han deteriorado y hecho obsoletos los equipos e instalaciones; d) la clasista fobia ante el bienestar de algunos trabajadores, tan azuzada como explotada por comentaristas de cargo que les achacan privilegios inexistentes sin atender a que son, por cierto, reales conquistas conseguidas durante casi un siglo de luchas laborales; f) las timoratas, ineficientes administraciones que se han sucedido en los altos cargos de la empresa; g) el elevado costo de la energía que le vende la CFE, 15 por ciento sobre el ya de por sí alto costo que le arriman, a esa empresa pública, los llamados productores independientes, en su mayoría trasnacionales.

Pero el asunto de urgente importancia que se divisa tras la disolución de la LFC son los negocios en puerta que pueden enumerarse. En primer término el señor. Calderón quiere incrementar la tajada de mercado que ya se llevan los concesionarios privados y las trasnacionales en la ilegal producción de electricidad.

A continuación se desea, fervientemente, repartir los futuros negocios de las telecomunicaciones, quizá el segmento más jugoso y de mayor tamaño, entre los traficantes de influencias que ya se mueven con creciente nerviosismo por asentar su avarienta mano sobre las instalaciones de fibra óptica (oscura la llaman otros) de LFC. Durante el foxiato, sus mismos secretarios de Energía (Martens y Canales Clariond), apoyados por abogados panistas de influencia reconocida, se hicieron con leonina concesión a su favor. A lo que parece, el señor Calderón no quiere beneficiar a tales personajes. Sin duda espera sustituirlos por otros afines a su círculo de intereses. Para tal operación se requiere sacar de la jugada al SME, pues pretendía usar esas instalaciones de fibra óptica para escuelas y espacios públicos, una verdadera monserga para los negociantes de las alturas.

Los entendidos de las decisiones cupulares hablan de la victoria del señor Calderón, de su arrojo, del golpe de timón ejecutado con destreza y valentía inauditas, de la gobernabilidad recuperada. Otros ya encontraron datos adicionales, basados en las opiniones de veloces encuestas telefónicas, para asentar el descontento ciudadano con el SME y sus movilizaciones, el rechazo a sus privilegios y el finiquito de los enredos, la corrupción rampante y el desprecio burocrático que facilitó la decisión terminal.

No cabe duda que la campaña surtió efectos según esta historia numérica. Por esa central razón (y otras adicionales de peso indiscutible) los argentinos rompieron los monopolios privados de medios con una ley de avanzada: quieren, sociedad y gobierno, evitar el manipuleo, la opinocracia y la tiranía de los intereses empresariales sobre la ciudadanía, lección que no será posible ocultar y menos aún archivar.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El síndrome Santa Anna

El síndrome Santa Anna
Bernardo Bátiz V.


En estos tiempos turbulentos y angustiosos la nación mexicana parece que se hunde en un mar agitado en el que no puede encontrar puerto; todo pareciera que está mal, y muy mal algunos aspectos de la vida social y económica. No podemos llegar a la democracia, seguimos empantanados en las viejas prácticas de triquiñuelas, fraudes y gastos excesivos que aturden y apabullan a los votantes. En materia económica la situación es peor, porque toca lo más sensible de los ciudadanos, que es el bienestar de sus familias; el hambre llama a las puertas y quienes están al frente de esta sociedad parece que no pueden por su cuenta imaginar salidas y soluciones y no hacen otra cosa que voltear sus ojos angustiados hacia el exterior; todo nos tiene que venir de fuera: dinero, tecnología, organización, y hasta el lenguaje; esto evidencia su complejo de inferioridad.

En lo social tampoco estamos muy bien; los valores que han sostenido a la sociedad mexicana y que son la reserva moral con la que contamos se cuartean y amenazan con la ruina; la educación es deficiente, el campo está abandonado, la industria es improductiva y la corrupción campea a lo largo y ancho de nuestro territorio.

En un país democrático se buscarían las soluciones mediante la participación ciudadana en los procesos electorales, escogiendo candidatos, programas y líneas políticas para favorecerlos con el sufragio; aquí, parece que esta solución no tiene espacios adecuados para este momento. Ante el cierre de caminos y salidas, una parte importante de la gente, entre ellos las clases medias altas, vuelven los ojos al pasado y añoran los tiempos antes repudiados del régimen priísta.

El síndrome Santa Anna se nos aparece como una sombra que nos señala el camino. No aprendimos las lecciones de la historia.

Antonio López de Santa Anna fue 11 veces presidente de México, entre 1833 y 1855: cometía barbaridades, perdía las batallas, huía frente al enemigo, imponía altísimos impuestos, hasta por el número de ventanas de las casas y por los perros que tuvieran los ciudadanos, y así y todo, una y otra vez ante la primera crisis que se le presentara al país, los notables, la clase política de entonces, de todas las tendencias y convicciones, clérigos y militares, yorquinos y escoceses, corrían a llamarlo, ahí donde estuviera: en Manga de Clavo o en Venezuela, en el Caribe o en El Lencero.

Volvía a cometer errores y al poco tiempo los que tomaban las decisiones se olvidaban de lo hecho por el general veracruzano y corrían a rogarle que salvara al país.

Pareciera que empezamos un camino parecido al que se vivió en aquella primera mitad del siglo XIX; ellos, nuestros bisabuelos, llamaban asustados a Santa Anna cada vez que había crisis política, económica o social; nosotros, olvidando aquellas lecciones, volvemos los ojos al PRI, que ya demostró con décadas de mal gobierno, que no es lo mejor para este país.

En el año 2000 el cambio de estafeta política que tuvo dos expresiones, una a nivel nacional y otra local en la ciudad de México, parecía el inicio de una nueva era; lamentablemente, el gobierno federal cayó en manos ineptas e irresponsables que no pudieron dar el paso siguiente para consolidar la democracia y entrar por el camino de la justicia social. En la ciudad de México las cosas fueron distintas y se demostró que es posible gobernar con honradez y eficacia simultáneamente; sin embargo, como fuera, se impidió que esa línea de cambio se consolidara y ante las dificultades y las de malas, hoy muchos sólo piensan en correr a buscar al Revolucionario Institucional, como antes corría a buscar al general de los entorchados y del apodo significativo, El Quince Uñas.

El PRI sigue siendo el mismo; su discurso no ha variado, su ambigüedad ideológica es la de siempre: hace gala del mismo sistema de control, del hermetismo de sus dirigentes y del control rígido de sus militantes que siempre esperan la oportunidad de ser ellos los que desde arriba dominen las cosas. Sus lemas siguen siendo los mismos: no me den, pónganme donde hay, vivir fuera del presupuesto es vivir en el error y un político pobre es un pobre político.

Hacia ese partido vuelven los ojos los asustados clasemedieros mexicanos, olvidan los gobiernos voraces, la falta de democracia, el centralismo y la corrupción sindical, los negocios desde el poder y la persecución a los opositores, y sin pensar, sin repasar la historia y aprender sus lecciones, se aferran a lo que les parece el último clavo ardiendo para salvarse.

Afortunadamente, hay un movimiento que ha mantenido la esperanza en un cambio desde abajo, que señala las fallas y las debilidades de los actuales gobiernos panistas tan iguales a los viejos gobiernos priístas, y a su alrededor podemos tratar de romper este destino que parece llevarnos a la repetición del esquema de Santa Anna, ahora no con un personaje, sino con un grupo político; es el momento de recordar las lecciones y de buscar otras formas de salir adelante. Si me tropiezo con una piedra, mal haya la piedra; si me vuelvo a tropezar con la misma piedra, mal haya sea yo.

http://www.jornada.unam.mx/2009/09/14/index.php?section=opinion&article=016a1pol


jueves, 10 de septiembre de 2009

La SEP contra la teoría de la evolución

La SEP contra la teoría de la evolución
Julio Muñoz Rubio

En estos tiempos de oscurantismo y emergencia de viejos fanatismos, la Secretaría de Educación Pública (SEP) nos ofrece una nueva y muy desagradable sorpresa en sus nuevos libros de texto para la materia de ciencias naturales de primaria: se trata de la mutilación de la teoría de la evolución. Una aberración más del gobierno panista, la cual ya no resulta sorprendente luego de constatar la obsesión de este gobierno por atacar día con día la cultura y la inteligencia e intentar imponer su concepción confesional y religiosa a toda la población de México.

Pues bien, en esta tesitura, un conjunto de personas carentes de la menor preparación en ciencia, ha mal redactado un texto dirigido a los alumnos de sexto de primaria en el que la teoría de la evolución queda reducida en mucho más de la mitad con respecto de la atención que merecía el texto anterior, aprobado en 1993 y elaborado por personas conocedoras, profesionales del tema. Se trata de un texto en el que el evolucionismo merece un tratamiento confuso, erróneo e incompleto, por decir lo menos. He aquí algunos de los imperdonables errores que contiene:

1. El creacionismo es tratado al nivel de las distintas teorías científicas sobre el origen de la vida: La generación espontánea, la panspermia y la teoría evolucionista de Oparin-Haldane son puestas todas al mismo nivel que las charlatanerías creacionistas. El creacionismo no es ninguna teoría; es sólo una especulación fantasiosa imposible de corroborar, no está basada en un hecho real que se pretenda explicar.

2. No existe la menor mención de la variabilidad al azar y de su herencia, los cuales son procesos (y conceptos) centrales en la teoría de Darwin. La selección natural es imposible de explicar si antes no se hace mención de esos dos procesos, porque solamente cuando las especies varían pueden seleccionarse las mejor adaptadas al medio de las que no lo están.

3. No se menciona ningún concepto de genética ni la relación de los hallazgos en esta rama de la biología con la teoría de la evolución. Hay que mencionar al respecto que en las primeras décadas del siglo XX tuvieron lugar entre los científicos interesantes debates sobre el carácter de la herencia y de la selección natural, que concluyeron con la emisión de la llamada teoría sintética, que unificó los conocimientos en genética provenientes de las investigaciones de Gregor Mendel con el modelo darwinista de evolución por selección natural.

4. En el texto se pone atención a los fósiles y a las extinciones como evidencia de las formas de vida pasadas. Pero eso no es necesariamente evolucionismo. Los fósiles son conocidos desde hace milenios sin que se diera una explicación evolucionista a su existencia. El científico francés Georges Cuvier (1769-1832) emitió la teoría llamada catastrofismo, en la que explicaba que los fósiles eran evidencia de catástrofes y creaciones sucesivas que habían tenido lugar en la Tierra, negando toda implicación evolutiva. Fue Darwin quien encontró una evidencia de la evolución en el registro fósil relacionando las edades de fósiles semejantes entre sí y los sedimentos geológicos en los que se encuentran. Esta explicación está ausente en el texto de sexto de primaria.

5. No hay mención alguna sobre evolución humana. Eso abre las puertas a la interpretación del diseño inteligente, que plantea que el ser humano es demasiado complejo para ser explicado por procesos naturales y que por tanto (¡vaya falacia!) tiene que ser producto de la decisión de un ser supremo inteligente.

6. De la vida de Darwin no se explica casi nada, ni el viaje del Beagle ni las evidencias biogeográficas embriológicas y paleontológicas sobre la evolución, ni el principio del ancestro común y, desde luego, nada sobre su triunfo sobre las fuerzas oscurantistas y reaccionarias de su tiempo.

Debemos dar la señal de alarma: esta reducción de la teoría evolucionista es, en manos del panismo, el primer paso para, en un futuro no lejano, eliminarla de los planes de estudio o ponerla en el mismo nivel de las charlatanerías creacionistas, como se ha intentado en muchas partes de Estados Unidos o Italia. Omitir o deformar la enseñanza del evolucionismo en las escuelas primarias es sumir en la ignorancia y la mentira a la niñez de este país; es condenarla a ignorar una de las más certeras y trascendentales aportaciones a la ciencia y la cultura. Nadie, absolutamente nadie tiene derecho a hacer eso.

El panismo es insaciable en su ataque a la inteligencia. Encendamos los focos rojos. La defensa de la cultura, de la historia y de la ciencia es, hoy día, una de las tareas más importantes en México.

http://www.jornada.unam.mx/2009/09/10/index.php?section=opinion&article=a03a1cie


viernes, 7 de agosto de 2009

Honduras, ¿rebelión en la granja?

Honduras, ¿rebelión en la granja?
Jorge Camil


Cuando Mr. Jones, el dueño de Manor Farm, se fue a dormir en medio de un sopor etílico, los animales se congregaron en el granero y planearon la rebelión. Bajo la dirección de los cerdos comenzó el golpe de Estado. Los más inteligentes, Napoleón y Bola de Nieve, dirigieron al grupo que se apoderó de la propiedad y pintó sobre el antiguo letrero un nombre nuevo: Granja Animal. Publicaron siete mandamientos que se convirtieron en la esencia del animalismo: se prohibió caminar en dos patas, y a quienes caminaran en cuatro o tuviesen alas se les calificaba como amigos. Tenían prohibido vestir ropas o dormir en una cama. Ningún animal podía beber alcohol o matar a otro animal. El último mandamiento estipuló que todos los animales son iguales. Con el paso del tiempo, Napoleón eliminó a Bola de Nieve y se convirtió en dictador absolutista; fraternizó con humanos, caminó en dos patas, usó la ropa de Mr. Jones y durmió en las camas en el interior de la granja; bebió alcohol y organizó francachelas.

A medida que sucedían los acontecimientos los animales de larga memoria comenzaron a notar que algunos mandamientos en la pared de la granja sufrían modificaciones: cuatro patas son buenas, dos son mejores. La prohibición de dormir en una cama se transformó en una cama con sábanas. Y la de no matar se limitó a crímenes sin causa justificada. Cuando Napoleón descubrió el güisqui de Mr. Jones, a la prohibición de no beber se le añadieron las palabras en exceso.

Finalmente, el lector de esta maravillosa sátira de George Orwell, una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa, comienza a adivinar la suerte del último mandamiento, al que yo le daría el título de postulado democrático. A la consigna que decía todos los animales son iguales se le incluyó un calificativo: pero algunos son más iguales que otros.

Mientras leía el artículo de Roberto Micheletti, publicado en Wall Street Journal (WSJ) el 27/7/09, me reí como nunca. Sus explicaciones sobre la expulsión de Manuel Zelaya, y los fundamentos legales para que los poderes fácticos tomaran el poder por la fuerza de las armas, eran extraídos de las páginas de Animal Farm (Rebelión en la granja, en español).

Los soldados no irrumpieron a media noche y con violencia en el domicilio de Zelaya para enviarlo al exilio: cumplían órdenes de la Suprema Corte, porque el ejército es la agencia indicada para ejecutar esos mandamientos constitucionales conforme a derecho hondureño. (¡George Orwell debe estar regodeándose en la tumba!) Por eso, prosiguió Micheletti su cínico relato, el arresto de Zelaya fue instigado por autoridades constitucionales y civiles de Honduras, no por los militares (¡otra página de Animal Farm!). Y para darle un mayor viso de legalidad al golpe de Estado, Micheletti afirmó que la mayoría del Congreso, el comisionado de Derechos Humanos, cuatro de los cinco partidos políticos, los dos candidatos presidenciales y hasta el cardenal hondureño estuvieron de acuerdo en que Zelaya actuó ilegalmente.

Por fin, Sr. Napoleón Micheletti, ¿los actos violatorios de la Constitución hondureña son sancionados por la Suprema Corte o por consenso de los poderes fácticos? Los golpistas hondureños continúan pintarrajeando consignas para justificarse frente a la comunidad internacional.

Según Micheletti (¿cómo pudo el WSJ publicar un artículo de opinión semejante?), cuando Zelaya fue arrestado ya no era presidente de Honduras, porque el artículo 239 de la Constitución establece que cualquier presidente que pretenda enmendar la Carta Magna para relegirse queda automáticamente descalificado para ejercer el cargo. ¿Y el debido proceso legal, Sr. Goriletti?

En la mañana del 27 de julio pasado los hondureños descubrieron una nueva consigna en la pared de la granja: Micheletti aseguró que días antes de su arresto, Zelaya había retirado millones de dólares en efectivo del Banco Central: ¡eso lo justifica todo! Para quienes insinúen que Estados Unidos no participó en el golpe sugiero escuchar la conferencia de prensa del jefe de la delegación de Micheletti que negoció con Óscar Arias. Gracias, presidente Arias, por aquí y por allá; por su inteligencia, sus consejos, por su atinada mediación. Éste es el momento de la verdad para Obama. No basta condenar el golpe de Estado ni negar visas a los diplomáticos golpistas. No es suficiente participar en sesiones de la OEA, para adoptar resoluciones idénticas a las de Naciones Unidas y la Unión Europea. Es preciso suspender relaciones y cualquier ayuda económica a los golpistas.

http://www.jornada.unam.mx/2009/08/07/index.php?section=opinion&article=018a1pol



Fue triste la visita de Manuel Zelaya a México. Un presidente constitucional nómada, que va por la comunidad latinoamericana pidiendo apoyo y siguiendo el juego de Washington, mientras los golpistas se consolidan cada día más en el poder. Roberto Micheletti fijó la pauta en el WSJ: suponiendo que todas las partes acuerden el regreso de Zelaya, yo creo que no podemos confiar en que observará la ley. Por eso debemos procesarlo. O sea, ¡procesarlo a priori por delitos imaginarios!

lunes, 27 de julio de 2009

Cómo la guerra en serie se convirtió en un modo de vida en EE.UU.

Cómo la guerra en serie se convirtió en un modo de vida en EE.UU.

Tom Dispatch,

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens



Introducción del editor de Tom Dispatch

El secretario de defensa de EE.UU., Robert Gates, defendió recientemente como sigue su decisión de detener la producción del F-22 Raptor, el gigantesco despilfarro para un caza bombardero: “Hay que considerar,” dijo el secretario de defensa, “que para 2020, se proyecta que EE.UU. tenga cerca de 2.500 aviones de combate de todos los tipos, con sus tripulaciones. De esos, cerca de 1.100 serán de la quinta generación más avanzada, F-35 y F-22. Se proyecta que China, al contrario, no tenga aviones de quinta generación hasta 2020. Y hasta 2025, la brecha sólo aumenta. EE.UU. tendrá aproximadamente 1.700 de los cazas de quinta generación más avanzados, en comparación con sólo un puñado de aviones comparables de los chinos… Sólo en el universo paralelo que es Washington D.C., eso sería considerado ‘destruir’ la defensa.”

De modo que ya llegamos a 2025 y, nos dice el secretario de defensa, EE.UU. tendrá todavía, según la actual planificación del Pentágono, una fuerza aérea sin igual en la Tierra. Pero no basta. Es sólo una planificación a mediano plazo cuando tiene que ver con las fuerzas armadas de EE.UU. y las guerras del futuro. David Axe, del blog Danger Room de Wired, informa que la Fuerza Aérea acaba de publicar su “Plan de Vuelo de Sistemas de Aviones sin Tripulación 2009-2047.” En lo que Axe describe como “82 páginas repletas de acrónimos,” sugiere que “los combatientes aéreos de mañana no tendrán pilotos en la cabina.” El Plan esboza que “robots volantes cada vez mayores y más sofisticados terminarán por reemplazar todos los tipos de aviones tripulados en su inventario – todos, desde rápidos cazas en el aire hasta pesados bombarderos y aviones cisterna.”

No importa si esto resulta ser fantasía o realidad, lo que hay que subrayar es esa fecha: 2047. Ahora bien, es una planificación a largo plazo como es probable que ninguna otra parte del gobierno de EE.UU. vaya a realizar algún día. Y es porque, como indica David Bromwich, quien escribe regular e mordazmente para Huffington Post y New York Review of Books, EE.UU. se ve ahora en el futuro distante como guerrero serial. Tom.

Las guerras de EE.UU.

Como la guerra serial se convirtió en un modo de vida de EE.UU.

David Bromwich

El 16 de julio, en un discurso en el Economic Club de Chicago, el secretario de defensa Robert Gates dijo que el “problema central” para la defensa de EE.UU. es ahora cómo las fuerzas armadas deben ser “organizadas, equipadas – y financiadas – en los años por venir, para ganar las guerras en las que nos encontramos mientras nos preparamos para amenazas en o más allá del horizonte.” La frase más allá del horizonte debiera ser de mal agüero. ¿Quería decir Gates a su audiencia de dirigentes empresariales de mentalidad cívica que gastaran más dinero en defensa para enfrentar amenazas por cuya existencia en sí nadie podía hacerse responsable? En vista de la aceptación pública del militarismo estadounidense, podía hablar a sabiendas de que nunca llegaría a plantearse ese embarazoso cuestionamiento.

Hemos comenzado a hablar a la ligera sobre nuestras guerras; y esto debiera ser sorprendente por diversas razones. Para comenzar, en la historia de EE.UU. la guerra nunca fue considerada una situación normal. Durante dos siglos los estadounidenses aprendieron a pensar que la guerra en sí es una aberración, y sólo parecería que las “guerras” en plural son doblemente aberrantes. A generaciones más jóvenes de estadounidenses, se les está enseñando ahora a no esperar un fin de la guerra – y ningún fin de las guerras.

Para cualquiera que haya nacido durante la Segunda Guerra Mundial, o en los primeros años de la Guerra Fría, la esperanza de progreso internacional hacia la reducción de conflictos armados sigue siendo una memoria palpable. Después de todo, la amenaza de las potencias del Eje, cuyo aparato estatal era alimentado por las guerras, fue eliminada definitivamente por la acción concertada de Rusia Soviética, Gran Bretaña, y EE.UU. La fundación de Naciones Unidas representó una mayor esperanza de una paz general. Organizaciones como el Comité por una Política Nuclear Cuerda (SANE) y la Unión de Científicos Preocupados recordaron a la gente en Occidente, así como en el bloque comunista, una verdad que ya todos conocían: que el mundo tenía que superar la guerra. El filósofo francés Alain Finkielkraut llamó ese breve intervalo “la Segunda Ilustración” en parte por la unidad del deseo de un mundo en paz. Y el nombre Segunda Ilustración está lejos de ser absurdo. Los años después de la peor de las guerras estuvieron marcados por un sentimiento de disgusto universal ante la idea misma de la guerra.

En los años cincuenta, la única guerra posible entre las grandes potencias, EE.UU. y la Unión Soviética, habría sido una guerra nuclear; y el horror de la destrucción asegurada era tan monstruoso, la perspectiva de las consecuencias tan imperdonable, que la única alternativa parecía ser un propósito de paz. John F. Kennedy lo vio claramente cuando presionó por la ratificación del Tratado de Prohibición de las Pruebas Nucleares – el mayor logro de su gobierno.

Lo firmó el 7 de octubre de 1963, seis semanas antes de ser asesinado, y marcó el primer paso para alejarse de la guerra en toda una generación. ¿Quién iba a imaginar que el próximo paso tardaría 23 años, hasta que la imaginación de Ronald Reagan fue influenciada por la imaginación de Mijail Gorbachov en Reykjavik? La demora después de Reykjavik ha tardado casi otro cuarto de siglo; y aunque Barack Obama habla el lenguaje del progreso, todavía no está claro si posee el coraje de Kennedy o la imaginación de Gorbachov y Reagan.

Olvidando Vietnam

En el Siglo XX, como en el XIX, las guerras pequeñas “involucraron” una mentalidad de guerras que duran una década o más. La Guerra de Corea provocó en los estadounidenses el estado de miedo necesario para permitir la realización de la Guerra Fría – uno de cuyos dogmas, la identificación de la isla de Formosa como la verdadera China, fue desarrollado por el lobby favorable a la guerra alrededor del líder nacionalista chino Chiang Kai-shek. Sin embargo, ni la Guerra de Corea que tuvo lugar en cierta medida bajo auspicios de la ONU, ni la Guerra de Vietnam, por crueles y destructoras que hayan sido, alteraron el punto de vista de que la guerra era una reliquia de un pasado bárbaro.

Vietnam fue el subproducto de una política de “contención” contra la Unión Soviética que se salió de control: una pequeña contrainsurgencia que creció a la escala de una guerra casi ilimitada. A pesar de ello, el que se hablara persistentemente de paz – tal como ya no se hace en estos días – formó un contrapunto a los últimos seis años de Vietnam, y nunca hubo siquiera la sugerencia de que otra guerra semejante podría seguir naturalmente porque teníamos enemigos por doquier en el planeta y porque la manera de encarar a los enemigos era invadirlos y bombardearlos.

El fracaso de la conciencia moral de EE.UU. cuando se trató de Vietnam tenía poco que ver con un encantamiento con la guerra como tal. En cierto sentido lo que hubo es lo contrario. El fracaso tuvo que ver, en gran parte, con una tendencia a tratar la guerra como una “pesadilla” particular, más allá del alcance de la historia; algo que nos sucedía a nosotros, no algo que nosotros hacíamos. Oponentes y partidarios de la guerra compartieron la creencia de que nunca se debía permitir que algo semejante volviera suceder.

De modo que la lección de Vietnam llegó a ser: nunca hay que comenzar una guerra sin saber lo que se quiere lograr y cuándo se tiene la intención de partir. Colin Powell dio su nombre a la nueva doctrina; y al convertir la violencia de cualquier guerra en una ecuación de coste-beneficio, ayudó a borrar la consciencia del mal que habíamos cometido en Vietnam. La sintomática y extrañamente despiadada advertencia de Powell a George W. Bush sobre la invasión a Iraq – “Si lo rompe, lo paga” – expresa el pragmatismo militar de su modo de pensar.

Durante más de una generación, dos ilusiones han dominado el modo de pensar estadounidense sobre Vietnam. En la derecha, ha habido la idea de que “combatimos con una mano atada detrás de la espalda.” (De hecho las únicas armas que EE.UU. no utilizó en Indochina fueron nucleares.) Dentro del establishment liberal, por otra parte, se prefiere la teoría del asesino solitario: como en la Guerra de Iraq, en la cual la culpa es del secretario de defensa Donald Rumsfeld, en Vietnam el secretario de defensa Robert McNamara se ha convertido en el culpable preferido.

Esta conveniente limitación de la responsabilidad para Vietnam se hizo, en todo caso, más pronunciada después de la muerte de McNamara el 6 de julio. Incluso un obituario honesto y despiadado como el de Tim Weiner en New York Times apartó de la historia central a personajes relevantes como el secretario de estado Dean Rusk y el general William Westmoreland. Mientras tanto, el presidente Richard Nixon y su consejero nacional de seguridad Henry Kissinger parecen haberse desmaterializado por completo – como si no hubieran hecho otra cosa que “heredar” la guerra. La verdad es que Kissinger y Nixon ampliaron la Guerra de Vietnam y exacerbaron sus crímenes. Basta con recordar la transmisión de una alarmante orden presidencial en un llamado telefónico de Kissinger a su adjunto Alexander Haig. EE.UU. iniciaría, dijo Kissinger, “una masiva campaña de bombardeo en Camboya [utilizando] todo lo que vuela contra todo lo que se mueva.”

Vietnam no fue más que Iraq una guerra con un solo arquitecto o en función del interés de un solo partido. Todo el establishment político estadounidense – y durante todo el tiempo posible, también la cultura pública – se sumaron a la guerra y cuestionaron la lealtad de oponentes y antagonistas. Se pidió a la opinión pública que admirara, y no dejó de apoyar, la Guerra de Vietnam durante cinco años bajo el presidente Lyndon Johnson; y Nixon, elegido en 1968 con la promesa de terminarla con honor, no fue responsabilizado cuando la continuó más allá de su primer período y agregó una atroz guerra auxiliar en Camboya.

Sin embargo, desde que el senador Joe McCarthy acusó a los demócratas de “veinte años de traición” – la acusación de que, bajo los presidentes Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman, EE.UU. había perdido una guerra contra agentes comunistas dentro del país, que ni siquiera habíamos comprendido que tenía lugar – se ha convertido en una verdad popular de la política estadounidense que el Partido Republicano es el partido que sabe de guerras: cómo causarlas, y cómo terminarlas.

En la práctica, esta significa que a los demócratas tiene que serles difícil mostrar que están más dispuestos a combatir que lo que puedan considerar prudente o justo. Como prueba el legado de Lyndon Johson y Bill Clinton, y como ha confirmado el primer medio año de Obama, los presidentes demócratas se sienten obligados a iniciar o a ampliar guerras para mostrar que son dignos de todo tipo de confianza. Obama ya mostró su comprensión de la lógica del candidato demócrata en tiempos de guerra en la campaña primaria de 2007, cuando aseguró a los establishment militar y político que la retirada de Iraq sería compensada mediante una guerra más amplia en Pakistán y Afganistán.

Ahora estamos próximos a codificar un modelo según el cual se espera que un nuevo presidente nunca renuncie a una guerra sin emprender otra.

De la intervención humanitaria a las guerras por elección

Nuestra confianza en que nuestra selección de guerras será asegurada, y nuestros asesinatos perdonados, por los beneficiarios correspondientes proviene sobre todo de la idea popular de lo que sucedió en Kosovo. Sin embargo, las once semanas de bombardeos de la OTAN desde marzo hasta junio de 1999 – un aparente ejercicio de humanidad (en el cual ni un solo avión fue derribado) en la causa de un pueblo asediado – también fue un ejercicio de estrategia y armas.

Kosovo, en este sentido, fue un espécimen mayor del tipo de guerra de ensayo lanzada en 1983 por Ronald Reagan en 1983 (donde una invasión de Granada hecha ostensiblemente para proteger a estadounidenses residentes también sirvió como cobertura agresiva para la retirada del presidente del Líbano), y en 1989 por George H.W. Bush en Panamá (donde un ataque contra un dictador impopular sirvió como ejercicio de prueba para las armas y la propaganda de la Primera Guerra del Golfo de un año después). El ataque de la OTAN contra la antigua Yugoslavia en defensa de Kosovo fue también una guerra pública – legal, feliz, y justa, a los ojos de los medios dominantes – una guerra ciertamente organizada abiertamente y conducida con una oleada de conciencia. La cara de Tony Blair irradiaba la bondad de los bombardeos. Kosovo, más que cualesquiera otros enfrentamientos en los últimos años preparó el consenso militar-político estadounidense a favor de guerras seriales contra enemigos transnacionales del tipo que se sea.

Un reciente artículo de David Gibbs, extraído de su libre “First Do No Harm” presentó un antídoto para la leyenda humanitaria de la guerra de Kosovo. Gibbs muestra que no fueron los serbios sino el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) el que, en 1998, rompió los términos del acuerdo de paz negociado por Richard Holbrooke y por lo tanto hizo inevitable una guerra. Tampoco fue poco razonable que Serbia objetara posteriormente a la demanda estadounidense y europea de que los mantenedores de la paz de la OTAN gozaran de “paso sin restricciones y acceso sin impedimenta” a través de Yugoslavia – en efecto, que consintiera ser un país ocupado.

A los estadounidenses se les dijo que los serbios en esa guerra eran opresores, mientras los albanos eran víctimas: una mitología que se parece en mucho a los informes estadounidenses posteriores sobre los suníes culpables y los chiíes inocentes de Iraq. Pero el ELK, informa Gibbs, “tenía antecedentes de brutalidad y racismo que diferían poco de los de las fuerzas de Milosevic.” Y lejos de impedir asesinatos masivos, los “ataques quirúrgicos” de la OTAN sólo los aumentaron. El número de muertos en ambos lados antes de la guerra fue de unos 2.000. Después de los bombardeos, y como venganza por ellos, cerca de 10.000 personas fueron muertas por las fuerzas de seguridad serbias. Por lo tanto, mientras más se examina el caso, menos aceptable parece Kosovo como precedente para futuras intervenciones humanitarias.

Clinton y Kosovo, más que Bush e Iraq, abrieron el período en el que ahora vivimos. Tras la legitimación de ambas guerras, sin embargo, yace una amplia inversión ideológica en la idea de “guerras justas” – sobre todo, en la práctica, guerras libradas por las democracias comerciales en nombre de la democracia, para imponer sus propios intereses sin un sobrepeso inaceptable de conspicuo egoísmo. Michael Ignatieff, teórico de la guerra justa que apoyó las guerras de Kosovo e Iraq, publicó un artículo influyente sobre la invasión de Iraq: “The American Empire: The Burden,” en New York Times Magazine el 5 de enero de 2003, sólo semanas antes del inicio de “choque y pavor”. Ignatieff se preguntó si el pueblo estadounidense era suficientemente generoso como para librar la guerra que su presidente quería comenzar contra Iraq. Porque se trataba de, escribió:

“un momento crucial en el largo debate de EE.UU. consigo mismo sobre si su papel en el extranjero como imperio amenaza o fortalece su existencia como república. El electorado estadounidense, aunque todavía apoya al presidente, se pregunta si su proclamación de una guerra sin fin contra terroristas y tiranos sólo aumentará su vulnerabilidad mientras pone en peligro sus libertades y su salud económica dentro del país. Una nación que pocas veces calcula el coste de lo que aprecia realmente debe preguntar ahora cuándo vale la ‘liberación’ de Iraq.”

Canadiense residente en EE.UU., Ignatieff luego apoyó la guerra como asunto de deber cívico estadounidense, con una indulgente ironía para sus antagonistas:

“El cambio de régimen es una tarea imperial por excelencia, ya que supone que el interés del imperio tiene derecho a destruir la soberanía de un Estado… El cambio de régimen también plantea la difícil pregunta para los estadounidenses de si su propia libertad incluye un deber de defender la libertad de otros más allá de sus fronteras… Pero sigue siendo un hecho – por desagradable que sea para esos izquierdistas que consideran el imperialismo estadounidense como la raíz de todo mal así como para los aislacionistas de derecha, que creen que el mundo más allá de nuestras costas no es cosa nuestra – que hay muchos pueblos que deben su libertad a un ejercicio del poder militar estadounidense… Son los bosnios, cuya nación sobrevivió porque el poder aéreo y la diplomacia estadounidenses impusieron el fin de una guerra que los europeos no pudieron detener. Son los kosovares, que todavía serían prisioneros de Serbia si no fuera por el general Wesley Clark y la Fuerza Aérea. Una lista de la gente cuya libertad depende del poder aéreo y terrestre estadounidense también incluye a los afganos y, del modo más inconveniente de todos, a los iraquíes.”

¿Y por qué detenerse allí? Para Ignatieff, el ejemplo de Kosovo fue central y persuasivo. Los que no podían comprender de qué se trataba eran “esos izquierdistas” y “aislacionistas.” Al contrario, los estrategas y soldados dispuestos a soportar el “peso” del imperio no eran sólo el partido de los que poseían una visión del futuro y los humanos, eran también los realistas, los que sabían que nada bueno puede suceder sin un coste – y que nada marca tanto la grandeza de un pueblo como una sucesión de triunfos en una serie de guerras justas.

Las guerras más allá del horizonte

Si se combina la guerra aérea sin bajas que la OTAN realizó sobre Yugoslavia con la doctrina Powell de múltiples guerras y salidas seguras, se llega a algo cercano al terreno de la guerra actual Af-Pak. Una guerra en la cual un país puede ahora cruzar la frontera hacia otro sin que haya apenas una pausa para una discusión pública o un paso perdido en asignaciones presupuestarias. Cuando las guerras eran consideradas, en el mejor de los casos, como un mal necesario, se preguntaba si una guerra era estrictamente necesaria al hablar de ella. Ahora, cuando las guerras se han convertido en un modo de vida, se pregunta más bien en qué medida un punto de apoyo en una región es fuerte mientras es preparado para la guerra siguiente.

Un uso de modelo reciente ha sido introducido al inglés para facilitar ese cambio de actitud. En el lenguaje de los documentos de los think-tanks y en los perfiles periodísticos de los últimos dos años, se encuentra un extraño engreimiento que comienza a ser presentado como un hecho: es decir la plausibilidad de que EE.UU. planifique anticipadamente una cadena de guerras. Robert Gates planteó el pensamiento más reciente en una forma convencional, una vez más, en el programa de televisión ‘60 Minutes’ en mayo pasado. Hablando de la necesidad de que el Pentágono se concentre en la guerra en Afganistán, Gates dijo: “Yo quería un departamento que francamente pudiera caminar y mascar chicle al mismo tiempo, que pudiera librar la guerra como lo hacemos ahora, mientras al mismo tiempo planeamos y preparamos las guerras de mañana.”

La extraña perspectiva que este uso – “las guerras de mañana” – convierte en rutina es que anticipamos muchas guerras en el futuro cercano. Somos la democracia ascendiente, la nación excepcional en el mundo de las naciones. Librar guerras es nuestro destino y nuestro deber. Por lo tanto la palabra “guerras” – cada vez más en plural – se convierte en el modo común de identificar no sólo las guerras que estamos librando ahora sino las guerras que esperamos librar.

Un impresionante ejemplo de adaptación periodística al nuevo lenguaje apareció en la reciente reseña de Elisabeth Bumiller en el New York Times sobre una responsable política esencial en el gobierno de Obama, la subsecretaria de defensa para política, Michele Flournoy. A diferencia de su más conocido predecesor en esa posición, Douglas Feith – un evangelista neoconservador favorable a la guerra quien definió la inexistencia de los derechos de los prisioneros de guerra – Flournoy no es una ideóloga. El artículo celebra ese hecho. ¿Pero cuánto consuelo puede significar que una tranquila carrerista se incline actualmente por una aceptación plural de “nuestras guerras”? El trabajo de Flournoy, escribe Bumiller:

“se limita a lo siguiente: evaluar las amenazas contra EE.UU., proponer la estrategia para contrarrestarlas, ponerla en práctica asignando recursos dentro de las cuatro ramas de los servicios armados. Un aspecto importante para QDR [Estudio Cuatrienal de Defensa], como es llamado dentro del Pentágono, es cómo equilibrar los preparativos para futuras guerras de contrainsurgencia, como las de Iraq y Afganistán, con planes para conflictos convencionales contra potenciales adversarios bien equipados, como Corea del Norte, China o Irán.

“Otro dilema, dado que las guerras tanto en Iraq como en Afganistán han durado mucho más que la participación estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, es cómo prepararse para conflictos que podrían involucrar a las fuerzas estadounidenses durante décadas.”

Nótese la progresión de los sustantivos en este párrafo: amenazas, guerras, conflictos, décadas. Nuestra selección de guerras para un siglo podría ser variada con la misma astucia que la que solía limitarse a nuestra selección de coches. El artículo continúa admirando la frialdad del comportamiento de Flournoy usando un modismo de apreciación estética:

“La señora Flournoy ya es la impulsora de una nueva estrategia militar, que será la premisa central de la QDR, el concepto de la guerra ‘híbrida’, que ve los conflictos de mañana como una compleja mezcla de batallas convencionales, insurgencias y amenazas cibernéticas. ‘Estamos tratando de reconocer que la guerra puede ocurrir con muchos sabores diferentes en el futuro,’ dijo la señora Flournoy.”

Entre la descripción de la periodista de una “compleja mezcla” y el habla de la planificadora de “muchos sabores diferentes,” cuesta saber si estamos sentados en un búnker o ante la mesa de la cocina. Pero de eso se trata. Estamos llegando a considerar nuestras guerras como un ejercicio de ingenio y una prueba de gusto.

Por qué la Constitución dice poco sobre las guerras

Los fundadores de EE.UU. vieron la guerra de un modo muy diferente. Una de sus esperanzas más constantes – manifiesta en numerosos panfletos que escribieron contra el Imperio Británico y los límites contra poderes de guerra incluidos en la propia Constitución – fue que una democracia como EE.UU. llevaría irresistiblemente a apartarse de la dirección de guerras. Supusieron que las guerras eran cosa de reyes, libradas en función del interés del engrandecimiento, y también asunto de la aristocracia rural hereditaria en función del interés del aumento del privilegio y de riquezas inexplicables. De ninguna manera podían servir las guerras el interés de la gente. Maquiavelo, analista del poder a quien los fundadores leían con atención, había observado que “la gente no desea ser mandada ni oprimida,” mientras “los poderosos desean mandar y oprimir.” Sólo un apetito por el comando y la opresión podían llevar a alguien a adoptar una ética de guerras continuas.

En el tercero de los ‘Papeles Federalistas’, escritos para persuadir a los antiguos colonos de que ratificaran la Constitución, John Jay argumentó que, a falta de una unión constitucional, la multiplicación de Estados tendría el mismo efecto negativo que una proliferación de países hostiles. Una causa de las guerras en Europa en el Siglo XVIII, como lo vieron los fundadores, ha sido la mera cantidad de Estados, cada cual con sus propios apetitos egoístas separados; de modo que también en EE.UU., los Estados, a medida que aumentaban su cantidad, provocarían celos externos y aumentarían las divisiones entre ellos mismos. “La Unión,” escribió Jay, “tiende sobre todo a preservar a la gente en un estado de paz con otras naciones.”

Una unión democrática y constitucional, continuó en Federalista 4, actuaría con más sabiduría que los monarcas absolutos a sabiendas de que “existen causas de la guerra pretendidas así como justas.” Entre las causas pretendidas, favorecidas por los monarcas de Europa, Jay enumeró:

“una sed de gloria militar, venganza por afrentas personales; ambición o pactos privados para engrandecer o apoyar a familias o partidarios en particular. Estos y una variedad de motivos, que sólo afectan la mente del Soberano, a menudo lo llevan a involucrarse en guerras que no están consagradas por la justicia, o la voz o los intereses de su pueblo.”

Cuando, pensaba Jay, las gentes sean liberadas de su dependencia servil, para que no sigan mirando a un soberano fuera de sí mismos y de contarse como “su pueblo,” los motivos para la guerra serían proporcionalmente debilitados.

No era un tema pasajero para los escritores federalistas. Alexander Hamilton lo encaró de nuevo en Federalista 6, cuando habló de “las causas de hostilidad entre naciones,” y colocó por sobre todas las demás causas “el amor de poder o el deseo de preeminencia y dominación”: el deseo, en breve, de sustentar una reputación como la primera de las potencias y del control de un imperio. Continuando, en Federalista 7, con el mismo tema del seguro contra “las guerras que han desolado la tierra,” Hamilton propuso que el gobierno federal podría servir como un árbitro imparcial en el territorio occidental, que de otra manera podría convertirse en “un amplio teatro para pretensiones hostiles.”

Consideremos la prominencia de esos puntos de vista. Cuatro de los siete Papeles Federalistas presentan, como una razón primordial para la fundación de EE.UU., la creencia de que, al hacerlo, EE.UU. evitará con más facilidad la infección de las múltiples guerras que han desolado Europa. Fue el consenso implícito de los fundadores. No sólo Jay y Hamilton, sino también George Washington y su Farewell Address, y James Madison, Benjamin Franklin y John Adams así como John Quincy Adams. Formaba hasta tal punto parte del idealismo que se apoderó del país en los años ochenta del Siglo XVIII que Thomas Paine pudo aludir a ese sentimiento en una frase de pasada de “Los derechos del hombre.” Paine afirmó lo que Jay y Hamilton daban por sentado en los Papeles Federalistas: “Europa está demasiado repleta de reinos para mantener la paz por mucho tiempo.”

¿Nos hemos acostumbrado demasiado al empleo de nuestro ejército, armada y fuerza aérea como para mantener la paz por mucho tiempo, o incluso considerar la paz? Hablar de una guerra perpetua contra “amenazas” más allá del horizonte, como lo hizo el Pentágono de Bush, y lo hace ahora en Pentágono de Obama, es evadir la pregunta de si alguna de las guerras es, para ser exactos, una guerra de autodefensa.

Detrás de toda esa evasión está la idea de que EE.UU. es una nación destinada a guerras seriales. La idea misma sugiere que ahora necesitamos un enemigo permanente que exceda la evidencia citable de peligro en cualquier momento dado. En “The Sorrows of Empire,” Chalmers Johnson presentó un informe convincente sobre la justificación económica del Estado nacional de seguridad estadounidense, su base industrial y militar, y sus defensas manufactureras.

Cada movimiento hacia la reforma no es sólo dificultado por la vasta extensión y poder de nuestro ejército permanente. Tampoco basta enteramente que se encuentre la causa en nuestra busca de armas sofisticadas y tecnología letal, o en las bases militares con las cuales EE.UU. ha cercado el globo, o en los intereses financieros, los Halliburton y Raytheon, los Dyncorp y Blackwater que se combinan contra la paz con demandas que van más allá de las de la Compañía Británica de las Indias Orientales en el apogeo de su influencia. Es un rompecabezas más profundo en la relación de los propios militares con el resto de la sociedad estadounidense. Porque las fuerzas armadas de EE.UU. incluyen ahora una clase de oficiales con el carácter y los privilegios de una aristocracia nativa, y una tropa para la cual se han realizado las mejores posibilidades del socialismo.

Barack Obama ha comparado los objetivos que se propone lograr en política exterior con la tarea de hacer girar un barco muy grande en el mar. La verdad es que, en manos de Obama, la “proyección de fuerza” ya ha girado, pero en más de una dirección. Ha fijado límites retóricos internos a nuestras provocaciones a la guerra al rehusarse a hablar, como lo hizo su predecesor, de la difusión de la democracia por la fuerza o de la factibilidad del cambio de régimen como un remedio para los motivos de queja contra países hostiles. Y sin embargo puede ser seguro que ninguna de las guerras que prepara la nueva subsecretaria de defensa para política sea una guerra de pura autodefensa – la única clase de guerra que los fundadores de EE.UU. hubieran considerado. Ninguno de los planes actuales, a juzgar por el artículo de Bumiller, apunta a proteger a EE.UU. contra una potencia que pudiera aplastarnos en el interior. Para encontrar una potencia semejante, tendríamos que ir a buscar muy lejos más allá del horizonte.

Las futuras guerras de elección para el Departamento de Defensa parecen ser guerras de fuertes bombardeos y ocupaciones entre ligeras y medianas. Las armas serán drones en los cielos y los soldados serán, en la medida de lo posible, miembros de las fuerzas especiales encargados de ejecutar “operaciones ocultas” de aldea en aldea y de tribu en tribu. Parece poco probable que tales guerras – que requerirán el libre paso por sobre Estados soberanos por el ejército, los marines, y la Fuerza Aérea, y la represión de la resistencia nativa a la ocupación, puedan ser realizadas sin basarse de facto en cambios de régimen. Sólo se puede confiar en un gobierno títere para que actúe contra su propio pueblo en apoyo a una potencia extranjera.

Esas son las guerras planificadas y libradas actualmente en nombre de la seguridad de EE.UU. Representan una política que se opone totalmente al idealismo de libertad que persistió desde la fundación de EE.UU. hasta bien avanzado el Siglo XX. Es fácil descartar el contraste que hicieron Washington, Paine y otros, entre la moral de una república y los apetitos de un imperio. Sin embargo, el punto de ese contraste es simple, literal y de ninguna manera elusivo. Capturó una verdad permanente sobre la ciudadanía en una democracia. No se puede, decía, seguir siendo un pueblo libre mientras se aceptan los frutos de la conquista y la dominación. Los beneficiarios pasivos de los amos son también esclavos.

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David Bromwich, editor de una selección de discursos de Edmund Burke “On Empire, Liberty, and Reform,”ha escrito sobre la Constitución y las guerras de EE.UU. para The New York Review of Books y The Huffington Post.

Copyright 2009 David Bromwich

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