lunes, 14 de septiembre de 2009

El síndrome Santa Anna

El síndrome Santa Anna
Bernardo Bátiz V.


En estos tiempos turbulentos y angustiosos la nación mexicana parece que se hunde en un mar agitado en el que no puede encontrar puerto; todo pareciera que está mal, y muy mal algunos aspectos de la vida social y económica. No podemos llegar a la democracia, seguimos empantanados en las viejas prácticas de triquiñuelas, fraudes y gastos excesivos que aturden y apabullan a los votantes. En materia económica la situación es peor, porque toca lo más sensible de los ciudadanos, que es el bienestar de sus familias; el hambre llama a las puertas y quienes están al frente de esta sociedad parece que no pueden por su cuenta imaginar salidas y soluciones y no hacen otra cosa que voltear sus ojos angustiados hacia el exterior; todo nos tiene que venir de fuera: dinero, tecnología, organización, y hasta el lenguaje; esto evidencia su complejo de inferioridad.

En lo social tampoco estamos muy bien; los valores que han sostenido a la sociedad mexicana y que son la reserva moral con la que contamos se cuartean y amenazan con la ruina; la educación es deficiente, el campo está abandonado, la industria es improductiva y la corrupción campea a lo largo y ancho de nuestro territorio.

En un país democrático se buscarían las soluciones mediante la participación ciudadana en los procesos electorales, escogiendo candidatos, programas y líneas políticas para favorecerlos con el sufragio; aquí, parece que esta solución no tiene espacios adecuados para este momento. Ante el cierre de caminos y salidas, una parte importante de la gente, entre ellos las clases medias altas, vuelven los ojos al pasado y añoran los tiempos antes repudiados del régimen priísta.

El síndrome Santa Anna se nos aparece como una sombra que nos señala el camino. No aprendimos las lecciones de la historia.

Antonio López de Santa Anna fue 11 veces presidente de México, entre 1833 y 1855: cometía barbaridades, perdía las batallas, huía frente al enemigo, imponía altísimos impuestos, hasta por el número de ventanas de las casas y por los perros que tuvieran los ciudadanos, y así y todo, una y otra vez ante la primera crisis que se le presentara al país, los notables, la clase política de entonces, de todas las tendencias y convicciones, clérigos y militares, yorquinos y escoceses, corrían a llamarlo, ahí donde estuviera: en Manga de Clavo o en Venezuela, en el Caribe o en El Lencero.

Volvía a cometer errores y al poco tiempo los que tomaban las decisiones se olvidaban de lo hecho por el general veracruzano y corrían a rogarle que salvara al país.

Pareciera que empezamos un camino parecido al que se vivió en aquella primera mitad del siglo XIX; ellos, nuestros bisabuelos, llamaban asustados a Santa Anna cada vez que había crisis política, económica o social; nosotros, olvidando aquellas lecciones, volvemos los ojos al PRI, que ya demostró con décadas de mal gobierno, que no es lo mejor para este país.

En el año 2000 el cambio de estafeta política que tuvo dos expresiones, una a nivel nacional y otra local en la ciudad de México, parecía el inicio de una nueva era; lamentablemente, el gobierno federal cayó en manos ineptas e irresponsables que no pudieron dar el paso siguiente para consolidar la democracia y entrar por el camino de la justicia social. En la ciudad de México las cosas fueron distintas y se demostró que es posible gobernar con honradez y eficacia simultáneamente; sin embargo, como fuera, se impidió que esa línea de cambio se consolidara y ante las dificultades y las de malas, hoy muchos sólo piensan en correr a buscar al Revolucionario Institucional, como antes corría a buscar al general de los entorchados y del apodo significativo, El Quince Uñas.

El PRI sigue siendo el mismo; su discurso no ha variado, su ambigüedad ideológica es la de siempre: hace gala del mismo sistema de control, del hermetismo de sus dirigentes y del control rígido de sus militantes que siempre esperan la oportunidad de ser ellos los que desde arriba dominen las cosas. Sus lemas siguen siendo los mismos: no me den, pónganme donde hay, vivir fuera del presupuesto es vivir en el error y un político pobre es un pobre político.

Hacia ese partido vuelven los ojos los asustados clasemedieros mexicanos, olvidan los gobiernos voraces, la falta de democracia, el centralismo y la corrupción sindical, los negocios desde el poder y la persecución a los opositores, y sin pensar, sin repasar la historia y aprender sus lecciones, se aferran a lo que les parece el último clavo ardiendo para salvarse.

Afortunadamente, hay un movimiento que ha mantenido la esperanza en un cambio desde abajo, que señala las fallas y las debilidades de los actuales gobiernos panistas tan iguales a los viejos gobiernos priístas, y a su alrededor podemos tratar de romper este destino que parece llevarnos a la repetición del esquema de Santa Anna, ahora no con un personaje, sino con un grupo político; es el momento de recordar las lecciones y de buscar otras formas de salir adelante. Si me tropiezo con una piedra, mal haya la piedra; si me vuelvo a tropezar con la misma piedra, mal haya sea yo.

http://www.jornada.unam.mx/2009/09/14/index.php?section=opinion&article=016a1pol


jueves, 10 de septiembre de 2009

La SEP contra la teoría de la evolución

La SEP contra la teoría de la evolución
Julio Muñoz Rubio

En estos tiempos de oscurantismo y emergencia de viejos fanatismos, la Secretaría de Educación Pública (SEP) nos ofrece una nueva y muy desagradable sorpresa en sus nuevos libros de texto para la materia de ciencias naturales de primaria: se trata de la mutilación de la teoría de la evolución. Una aberración más del gobierno panista, la cual ya no resulta sorprendente luego de constatar la obsesión de este gobierno por atacar día con día la cultura y la inteligencia e intentar imponer su concepción confesional y religiosa a toda la población de México.

Pues bien, en esta tesitura, un conjunto de personas carentes de la menor preparación en ciencia, ha mal redactado un texto dirigido a los alumnos de sexto de primaria en el que la teoría de la evolución queda reducida en mucho más de la mitad con respecto de la atención que merecía el texto anterior, aprobado en 1993 y elaborado por personas conocedoras, profesionales del tema. Se trata de un texto en el que el evolucionismo merece un tratamiento confuso, erróneo e incompleto, por decir lo menos. He aquí algunos de los imperdonables errores que contiene:

1. El creacionismo es tratado al nivel de las distintas teorías científicas sobre el origen de la vida: La generación espontánea, la panspermia y la teoría evolucionista de Oparin-Haldane son puestas todas al mismo nivel que las charlatanerías creacionistas. El creacionismo no es ninguna teoría; es sólo una especulación fantasiosa imposible de corroborar, no está basada en un hecho real que se pretenda explicar.

2. No existe la menor mención de la variabilidad al azar y de su herencia, los cuales son procesos (y conceptos) centrales en la teoría de Darwin. La selección natural es imposible de explicar si antes no se hace mención de esos dos procesos, porque solamente cuando las especies varían pueden seleccionarse las mejor adaptadas al medio de las que no lo están.

3. No se menciona ningún concepto de genética ni la relación de los hallazgos en esta rama de la biología con la teoría de la evolución. Hay que mencionar al respecto que en las primeras décadas del siglo XX tuvieron lugar entre los científicos interesantes debates sobre el carácter de la herencia y de la selección natural, que concluyeron con la emisión de la llamada teoría sintética, que unificó los conocimientos en genética provenientes de las investigaciones de Gregor Mendel con el modelo darwinista de evolución por selección natural.

4. En el texto se pone atención a los fósiles y a las extinciones como evidencia de las formas de vida pasadas. Pero eso no es necesariamente evolucionismo. Los fósiles son conocidos desde hace milenios sin que se diera una explicación evolucionista a su existencia. El científico francés Georges Cuvier (1769-1832) emitió la teoría llamada catastrofismo, en la que explicaba que los fósiles eran evidencia de catástrofes y creaciones sucesivas que habían tenido lugar en la Tierra, negando toda implicación evolutiva. Fue Darwin quien encontró una evidencia de la evolución en el registro fósil relacionando las edades de fósiles semejantes entre sí y los sedimentos geológicos en los que se encuentran. Esta explicación está ausente en el texto de sexto de primaria.

5. No hay mención alguna sobre evolución humana. Eso abre las puertas a la interpretación del diseño inteligente, que plantea que el ser humano es demasiado complejo para ser explicado por procesos naturales y que por tanto (¡vaya falacia!) tiene que ser producto de la decisión de un ser supremo inteligente.

6. De la vida de Darwin no se explica casi nada, ni el viaje del Beagle ni las evidencias biogeográficas embriológicas y paleontológicas sobre la evolución, ni el principio del ancestro común y, desde luego, nada sobre su triunfo sobre las fuerzas oscurantistas y reaccionarias de su tiempo.

Debemos dar la señal de alarma: esta reducción de la teoría evolucionista es, en manos del panismo, el primer paso para, en un futuro no lejano, eliminarla de los planes de estudio o ponerla en el mismo nivel de las charlatanerías creacionistas, como se ha intentado en muchas partes de Estados Unidos o Italia. Omitir o deformar la enseñanza del evolucionismo en las escuelas primarias es sumir en la ignorancia y la mentira a la niñez de este país; es condenarla a ignorar una de las más certeras y trascendentales aportaciones a la ciencia y la cultura. Nadie, absolutamente nadie tiene derecho a hacer eso.

El panismo es insaciable en su ataque a la inteligencia. Encendamos los focos rojos. La defensa de la cultura, de la historia y de la ciencia es, hoy día, una de las tareas más importantes en México.

http://www.jornada.unam.mx/2009/09/10/index.php?section=opinion&article=a03a1cie