jueves, 21 de mayo de 2009

Origen de la opresión y subordinación femenina

A lo largo de la historia, la mujer ha permanecido subordinada y oprimida ante los hombres al ser considerada física y sexualmente débil; social y culturalmente inútil; al limitar su acción sólo dentro del ámbito privado (el hogar fundamentalmente); y biológicamente inferior, al asignarle dentro de la estructura social únicamente la tarea de reproducción de la especie. Por lo tanto, podemos afirmar que ha sido la misma sociedad, basada en valores y costumbres específicos, la que ha ido fortaleciendo la relación de inferioridad, subordinación y opresión de la mujer con respecto al hombre, sin que ella se cuestione por qué está condenada a vivir en dicha situación.

El presente ensayo hace una revisión de las principales tesis de las teorías del feminismo marxista y radical con el propósito de explicar las causas de la opresión de la mujer en la sociedad, la cual tiene un origen cultural que no es resultado del modo de producción capitalista y que tampoco es producto de la aparición de la propiedad privada como se ha sustentado en los postulados del feminismo marxista.

En un primer momento, se debe partir del hecho de que la mujer como tal no se ha asumido como sujeto o actor con incidencia en el ámbito social, en tanto que siempre se ha definido en torno a la figura masculina, lo que la ha limitado a afirmarse como el otro.

Por lo tanto, la mujer es alteridad[1]y en consecuencia es objeto. Esta condición de objeto o como producto[2]es la que ha permitido al hombre afianzar su poder y dominio sobre ella, dando lugar a la opresión femenina.

Pero, ¿cuáles han sido las explicaciones que han surgido en torno a esta opresión femenina? Si se trata de explicar las causas de esta opresión, desde la perspectiva feminista marxista, encontramos que en la Edad de Piedra, cuando la tierra pertenecía a todos los miembros del clan, no existía una división del trabajo, puesto que las tareas domésticas incluían tareas productivas como la agricultura, lo que le otorgaba a la mujer una papel decisivo en la economía.

Con la aparición de la propiedad privada el trabajo doméstico de la mujer desapareció frente al trabajo productivo del hombre, por lo tanto, el derecho materno fue sustituido por el derecho paterno, y la transición de la propiedad se comenzó a realizar de padres a hijos, y no de la mujer a su clan. Estos cambios dieron origen a la familia patriarcal basada en la propiedad privada, y en una familia de este tipo la mujer está oprimida[3]Es por ello que, desde este punto de vista, se ha planteado que el sistema de clases y la división sexual del trabajo es la principal causa de la desigualdad entre hombres y mujeres.

Si bien es cierto que este enfoque marxista explica la utilidad del trabajo de las mujeres en el sistema capitalista, al sustentar que debido a que el trabajo doméstico no es pagado, éste contribuye a la cantidad final de plusvalía realizada por el capitalista[4]

Este paradigma no da una respuesta al problema de desigualdad entre hombres y mujeres, ya que, de acuerdo con Gayle Rubin, "el marxismo […] no se interesó en el sexo"[5], ya que para Karl Marx los seres humanos sólo podían ser campesinos, obreros, trabajadores, burgueses, etc., pero siempre sin consideración relativa al género. Es por esta razón que las feministas radicales aseguran que este enfoque fracasó al no poder explicar la génesis de la opresión de la mujer, debido a que las mujeres han sido oprimidas en sociedades que no pueden ser caracterizadas como capitalistas. Por lo tanto, la idea de que las mujeres sólo podrán emanciparse si se cambia el sistema de producción[6]es también errónea.

De lo anterior se puede rescatar que el sistema de producción capitalista y el patriarcado solamente consolidaron y aseguraron la opresión femenina.

Por otra parte, de acuerdo a la teoría del feminismo radical, se ha planteado que en el sistema sexo-género, entendido éste como "el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas"[7], la opresión de la mujer es producto de las relaciones sociales específicas que lo organizan. Por lo tanto, la desigualdad entre hombres y mujeres radica en la estratificación de géneros, no de clases como lo afirma el feminismo marxista, en donde la sociedad patriarcal es una forma específica de dominación masculina.[8]

Por otro lado, esta corriente feminista encuentra el origen de la opresión femenina en la cultura, al afirmar que "[…] la derrota histórica mundial de las mujeres ocurrió con el origen de la cultura y es un prerrequisito de la cultura."[9]

Y ha sido precisamente la cultura la que ha permitido que se lleven a cabo prácticas donde las mujeres son intercambiadas -aún en nuestros días el matrimonio es visto como una forma básica de intercambio en donde la mujer constituye el más precioso de los regalos-, ya sea como regalo, como producto, como esclava, pero siempre como mujer. Por lo tanto, como "[…] el objeto de transición son las mujeres, entonces son los hombres quienes las dan y las toman, los que se vinculan, y la mujer es el conductor de una relación, antes que participen en ella."[10]

En dichas relaciones de intercambio, las mujeres, al ser los regalos, no están en condiciones de recibir los beneficios de su propia circulación, sino que son los hombres los únicos beneficiarios de dicha transacción, además de que adquieren ciertos derechos sobre su nueva adquisición, por lo tanto, la organización social son los hombres.

Ante esta situación, las feministas radicales han afirmado que: "El "intercambio de mujeres" […] ubica la opresión de las mujeres en sistemas sociales antes que en la biología."[11] Por consiguiente, la idea de que la opresión de la mujer tiene una razón biológica es totalmente equívoca, más bien dicha opresión tiene una razón cultural y social, donde el sometimiento de la mujer se ha ido fortaleciendo a través de prácticas, costumbres y tradiciones culturales que colocan a la mujer al margen de la voluntad del hombre, un claro ejemplo es el matrimonio, que se ha ido constituyendo como la institucionalización de dicha opresión.

Una de las organizaciones que han permitido el intercambio de mujeres ha sido el parentesco, donde el intercambio implica, además de acceso sexual y demás condiciones sociales que subordinan e interiorizan a la mujer, la atribución de ciertos derechos a los hombres sobre sus parientes femeninas, donde las mujeres al mismo tiempo de que no tienen derechos sobre sí mismas tampoco los tienen sobre sus parientes masculinos. Por lo tanto, se puede deducir que el intercambio de mujeres es un sistema social y cultural en el que las mujeres no tienen derecho sobre sí mismas.

En esta idea se vuelve a plantear que la mujer es simplemente un objeto y no un sujeto al que deban ser concedidos ni lo más mínimos derechos.

Ante esta condición cultural de subordinación, ¿cuál ha sido la propuesta de las feministas radicales para erradicar por completo la opresión femenina?

Pues bien, básicamente lo que propone la corriente del feminismo radical para terminar con la opresión femenina es una transformación de las relaciones humanas[12]Es decir, la relación hombre-mujer, y eliminar el sistema sexo-género, lo que implica eliminar los papales sexuales obligatorios que le han sido impuestos tanto a hombres como mujeres. Dicho de otra forma, desde esta perspectiva, lo ideal sería eliminar la sexualidad[13]

Las defensoras de esta corriente creen que esto es posible dado que la sexualidad y el género son construcciones sociales y no condiciones naturales dadas a los hombres y a las mujeres. Pero para que esto sea posible es necesaria una revolución cultural, donde, además de eliminar la sexualidad, también se deben tomar en cuanta los valores y experiencias femeninas para establecer nuevas relaciones donde no esté presente la opresión femenina.

De todo lo descrito anteriormente se puede deducir que la opresión de las mujeres es la más profundamente afianzada de todas las opresiones, ya sea por el sistema de producción capitalista, por la propiedad privada, por el patriarcado o por el parentesco, pero lo que sí es verdad es que esta opresión tiene un trasfondo cultural.

Bibliografía

  • De Beauvoir, Simone. El segundo sexo, Vol. I, 6ª edición en castellano, ediciones Cátedra, Madrid, 2002, pp. 114-117

  • Rubin, Gayle. "El tráfico de mujeres: notas sobre la ? economía política ' del sexo", en Nueva Antropología, Vol. VIII, No 30, México, 1986, pp. 96-135

  • Steans, Jill. Gender in International Relations. An introduction, Rutgers university Press, New Brunswick, New Jersey, 1998, pp. 18-20

Autora:

Brenda L. Ramírez Rodríguez

brenlizeth[arroba]hotmail.com


[1] Cfr. en de Beaviore, Simone. El segundo sexo, Vol. I, 6ª edición en castellano, ediciones Cátedra, Madrid, 2002, p. 114

[2] Cfr. en Rubin, Gayle. "El tráfico de mujeres: notas sobre la ? economía política ' del sexo", en Nueva Antropología, Vol. VIII, No 30, México, 1986, pp. 96

[3] Cfr. en de Beaviore, Simone. Op. cit. p. 116 y 117

[4] Rubin, Gayle, Op. cit. pp. 100

[5] Idem. 97

[6] Cfr. en Steans, Jill. Gender in International Relations. An introduction, Rutgers university Press, New Brunswick, New Jersey, 1998, pp. 18 y 19

[7] Rubin, Gayle. Op. cit. pp. 97

[8] Idem. p. 105

[9] Idem. p. 112

[10] Idem. p. 110

[11] Idem. p. 111

[12] Cfr. en Steans, Jill. Op. cit. pp. 19-20

[13] Cfr. en Rubin, Gayle. Op. cit. p. 135

No hay comentarios:

Publicar un comentario